viernes, 16 de octubre de 2009

Presentación de Manuel Becerra por Adriana Tafoya

Alegato de imprenta para el poemario Los Alumbrados, de Manuel Becerra Salazar, Premio Nacional de Literatura Ciudad Ecatepec, Enrique González Rojo Arthur

Andrés Cisneros de la Cruz, Adriana Tafoya, Manuel Becerra e Inés Parra.

Con anterioridad Manuel Becerra Salazar publicó Cantata Castrati, su primer libro, editado por Colibrí en 2004 en versión rústica con un tiro (si no me equivoco de 100 ejemplares), posteriormente en 2006 se reedita en la recién desaparecida Editorial Colibrí, en la colección As de oros con tiraje de mil ejemplares. Es importante la mención de este primer poemario (Cantata Castrati) porque en él se perfila ya el bien aprendido oficio del verso y la necesidad del poeta Becerra por gestarse en la intimidad del erotismo femenino, al igual que el preludio a la reafirmación de un estilo.

En este poemario Los alumbrados laureado por esta ocasión con el premio Enrique González Rojo Arthur 2008, Manuel consolida su buen oficio y efectivamente logra remarcar el perfil de su estilo. Respecto a la temática (que en general no se toma en cuenta ni se le da la debida importancia en la reflexión por presentadores, críticos y opinadores de la poesía, pues sólo aducen a la forma) es importante penetrar este libro, y si es necesario a Becerra, el poeta mismo, para dar al lector algunas pistas o claridades —si se quiere así— sobre estos versos.

Abro cita: “Nos montamos en esos aleteos como trenes/ y en las ganas de cercenar a los hombres, ganas de sacar filo al arco de la viola/ y abrir con amor la garganta del prójimo,/ pero alguien (tal vez una bellísima hija de Dios)/ ya le ha tajado el lomo a la bestia, le ha quitado la quijada, de nuevo, nos la ha dejado caer en el corazón”.

En este poema aparece la primera dama, a la cual nombra como una “bellísima hija de Dios”, posteriormente, aparecerá Helena, y la noche siguiente Grecia, para continuar con una larga lista de musas: Alondra, Libélula, Rosa, Golondrina, Laura, etc.

La inquietud "amorosa" de sus 26 años es evidente en los siguientes versos:

“Buen sitio para encontrarte mago/ y libertino a la vez,/ apareciendo, Señor, en la turquesa de las copas,/ y esfumándote a la mañana siguiente/ cuando nos envías una pantera furiosa y solar/…/Buen sitio para ver tus estrellas ahora puestas/ en las sienes de estas niñas,”

Parroquianos atentos al alegato.

Es aquí tácito, el conocido mito bíblico del animal pecho-tierra que vive bajo la condena de: Nacer, reproducirse, y huir. Y cito aquí un fragmento de la Biblia respecto a esto: “Entre los animales que se desplazan sobre la tierra, éstos os serán inmundos: la comadreja, el ratón y la tortuga, según sus especies; el camaleón, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija y el calamón. Estos os serán inmundos de entre todos los animales que se desplazan. Todo el que los toque, estando muertos, quedará impuro hasta el anochecer”, y su relación con lo divino queda en esto manifiesto.

Y ahora cito el canto del poeta: “Bebe el niño, pues ya se acerca lenta,/cual víbora, la noche ciega y larga”. La embriaguez erótica, enigmática, y sobretodo carnal, siempre emparentada con el vino, nos obsequia una poesía de labios, de nalgas, y de húmedos sexos enjoyados, poesía donde su más bello oficio se refleja en los poemas a Grecia y Laura, y sobre todo, en los dulces versos a Mariana.

Cito versos: “¿Qué hace el tigre siendo un universo/ para sí mismo?/ ¿Qué hace la sombra/ tratando de perpetuar, aprisionando en su piel, la lumbre en constante fuga?/ ¿Qué hace Mariana aprisionando al tigre escrito/ en su cuaderno de aire?”

La poesía de Manuel Becerra Salazar refleja al hombre sediento de aventura, de conquista, de con una sola boca poder tragarse al mundo, con la alegría de la semental pluma.
Los alumbrados es grave poema, que para los lectores dejará un enorme ansia de vivir y de disfrutar: “quebrarse entre el espeso alabastro del orgasmo”, pero también, la dulzura de concebirse y reflejarse por primera vez en los ojos de una niña que siempre lo estará esperando.

Adriana Tafoya y Manuel Becerra.

“Se apagarán las luces, Señor, y en el centro de la pista/ aparecerá una de tus enviadas con su piel lavada por la luz,/ sus cabellos de rojo metálico, que me harán pensar/ en tu sangre” … en mi sangre, diría Becerra, carne de mi carne, carne de su carne, porque también, es él carne de las Musas, las mismas Musas de agua que bebe en su poesía.

Retomando la opinión anterior, respecto a la importancia del tema en la poesía, en la exposición no sólo del hallazg0 en el oficio, sino en la profundidad de su esencia, es necesario, como menciona Juan Domingo Argüelles respecto a dos emblemáticos poetas mexicanos: “Sor Juana y Paz encarnan un tipo de poeta que va más allá de su aportación lírica y modela al intelectual a quien nada le es ajeno: ni la religión ni la política; ni la cultura, ni por supuesto la sociedad”(1). Por esto, tanto para el poeta como para el lector, desarrollar un ojo crítico respecto a la poesía actual —no sólo en sus formas, sino en la temática—nos hablará del desarrollo (o si se quiere ver de otro modo) de la evolución del pensamiento escrito: el pensamiento del poeta: a fin de cuentas, qué es lo que propone, lo que entrega como esencia a su lector. Pues, ya bien, a manera de conclusión, como lo dice Enrique González Rojo, “la poesía no sólo nos produce placer estético, sino que nos permite conocer y conocernos”(2).

Felicidades al poeta, por este bello y oficioso libro.

(1)Ayer y hoy en la poesía mexicana. Introducción a Premio Nacional de Poesía Joven de México. Treinta años, por Juan Domingo Argüelles.
(2)González Rojo, Enrique. Reflexiones sobre la poesía. VersodestierrO /El Aduanero Ediciones, 2007.

jueves, 15 de octubre de 2009

Los Alumbrados por Inés Parra

Manuel e Inés Parra.

Cuando pienso en el título del libro de Manuel Becerra me viene de inmediato a la mente la referencia de aquellos alumbrados del siglo XVI, esa secta religiosa española perseguida por la Santa Inquisición por considerarse herética y protestante; estos alumbrados, o también conocidos como iluminatis, creían en el contacto directo con Dios, a través del Espíritu Santo, mediante visiones y experiencias místicas. En el libro Los Alumbrados hay también esa conexión mística con la otredad, con la poesía, todo a través de la música, la luz, y esa rosa que deambula por los versos. Y también, ¿por qué no?, habría que decir que la poesía de Becerra tiene algo de protestante, es una poesía que se sale de los círculos literarios, no oficialista, una poesía que viene del arrabal, de la calle, de la noche, de sentir como la muerte se lleva lo que uno ama.

El primer apartado de este libro se titula La Rosa Por El Fuego, el epígrafe que utiliza Manuel para iniciarlo reza de la siguiente manera: “El destino de los hombres es arrojarle piedras a la rosa” texto de Leopoldo María Panero, y cuánta razón hay en éste, sin embargo, la manera en que prefiere Becerra llevar a cabo este destino “prometeico”, es a través del incendio, de la música; es así como pretende consumir la rosa: ya sea bajo la estrofa de tango, o con las manos y la caricia de su pequeña Grecia.
Cito: ( pág. 22)

Durante la presentación en la Hostería La Bota.


Aquí el poeta renombra, protege a esa rosa cuyo destino es muy corto, es una flor que a pesar de estar muerta luce hermosa y Becerra lo sabe, lo deja ver en sus versos.

Canciones para asesinos está conformado por solo 3 textos, los cuales son sensitivitos, sensualistas en su ritmo,
Cito: (pág25)

Quisiera resaltar cómo en Concierto Lunfardo el lenguaje común comienza a ser un limitante para el poeta, se ve obligado a utilizar la propia jerga de este género, el ritmo, el metro, y la intensión y obra del sarcasmo lúcido:
Cito: (pág33)

En conversaciones con Mariana encontré la inocencia de la niñez, que es ese tigre de mariana escrito en su cuaderno de aire y no ese tigre, de quien bien se ha escrito en nuestras letras mexicanas.

Por último quisiera hablar de Corazón terráqueo, cuando lo leí por primera vez, tengo que confesar que me conmovió tanto que no pude dejar de pensar cómo a cada poeta nos marca la muerte; y los poemas que componen esta parte son eso: el canto a la muerte de un padre , a lo Manrique , a lo Sabines Cito: (pág50)

Qué decir de los poemas de este apartado si aquí el poeta dibuja a su padre, cuando era un niño trabajando en un aserradero, si deja testimonio de esa muerte que un día llegó al hospital a obligarlo a cantar, a escribir sin sosiego el testimonio de su mayor perdida.

Becerra.


Quisiera terminar este breve esbozo diciendo que celebro que en tiempos como estos, poetas como Manuel desnuden el alma, y fuera de poses, dejen ver lo que hay en su interior como un eco de este siglo; ya sean luminosos o oscuros caminos, o las eternas noches de vino. Y sobre todo celebro que este libro este dedicado a sus seres más amados: a la dulce Grecia y sus padres.

México DF, a 9 de septiembre de 2009


martes, 25 de agosto de 2009

Historia de una bruja con el estómago revuelto



Por Angélica Santa Olaya



Adriana Tafoya y Angélica Santa Olaya.

Quiero comenzar a hablar de la historia de esta bruja recordando un libro especial, un libro sagrado: el Chilam Balam de Chumayel. Se preguntarán qué tiene que ver este libro con la Casa de Navajas de Estephani… aparte, claro, de Balam. Encuentro algunos puntos de contacto que no sé si tendrán que ver con una intención consciente de la autora, pero Borges decía que cada lectura es una recreación válida por sí misma así que Borges será responsable de esta perorata. Las coincidencias que encontré entre estos dos libros me proporcionaron una lectura que quiero compartirles porque enriquecieron mi visita a la Casa de Navajas. Visita que, señalo desde ahora, me emocionó mucho porque fue mirarme en un espejo conocido.

El Chilam Balam es un libro histórico que contiene narraciones proféticas sobre la Conquista española y el cambio de religión en Mesoamérica; pero también es un libro religioso, mítico, simbólico… es, junto al Popol Vuh, uno de los paradigmas de la literatura maya. Chilam

Balam fue un sacerdote maya que vivió poco antes de la Conquista afamado por sus profecías. Chilam quiere decir “el que es boca”, “el que profetiza”. Balam quiere decir jaguar e identifica al brujo; al poderoso felino soberano del inframundo; al cazador del crepúsculo y de la noche; al símbolo del mundo subterráneo, la noche, la vida y el tiempo primordial.

Pues bien, en esta Casa de Navajas habita una poeta-bruja, una moderna poeta-fiera quien –al igual que los mayas hace quinientos años- emprende un viaje iniciático y

profético desde los túneles subterráneos de la ciudad de México –desde las estaciones del metro Salto del Agua y Cuatro Caminos pasando por Coyoacán y anexas- hacia las entrañas del inframundo donde acecha, nada más y nada menos que otro brujo más poderoso: EL AMOR. Esa fiera que sale de mi cuarto… daga de cristal entre las piernas. Esa señora del desierto que come las sobras de los que enmudecen cuando aman, dice la bruja, dispuesta a luchar con el brujo mayor, armada tan sólo con la sangre de su lengua.

Granda Lamadrid durante su lectura.


En este duelo la poeta escalda con saladas y musicales metáforas su garganta, para, con la honestidad del guerrero que sabe perdida la batalla, lanzar un rugido de guerra contra el objeto de su amor; ese con quien ha dialogado-monologado antes de entablar la lucha (porque el diálogo aquí es, en realidad, un monólogo). La bruja envía recados, hace aclaraciones, advierte, lanza conjuros y suplica la redención a un Balam sordo que no escucha sus plegarias mientras ella se revuelca, herida, bajo la luz del Amor que se agolpa dolorosamente en las pupilas. La bruja intenta reembolsar el tiempo ofrecido al Brujo mayor, pero el precio del Amor es alto. Tan alto como el árbol del que pende la fruta que ha caído cuando nadie tenía hambre. La bruja sabe que pelear con el Amor es pelear contra ella misma y maldice a su contrincante: Tendrías que morderme la lengua para dejar de soplar polvotu lengua está maldita. Le habla y se habla a sí misma.

La debilidad de la fiera es, simplemente, amar:

Amor

el día que me encuentres

con la tarde calcinándome los labios…

esconde tu boca pequeña entre las plegarias…

para entonces

ya no habrá consuelo

para el sentenciado a vida

La vida que el amor promete es también la muerte del que se arriesga a jugar este juego de bocas reventadas por mascar piedras dulces; juego de encomendados ensartándose en la misma aguja, de invisibles amantes / fieritas / juguetes para hacerse sangrar.

El público durante la presentación de Casa de Navajas.


El viaje que la poeta-bruja realiza está signado, también, como en el caso de los mayas, por números cabalísticos. La Casa de Navajas tiene dos habitaciones: la primera, llamada CiudadElla, contiene tres poemas: Salto del agua, Cuatro Caminos y Postal de Coyoacán. Al igual que los tres dioses creadores (Gucumatz, Huracán y Tepeu) que hicieron tres intentos por crear la humanidad: primero de barro hicieron al hombre, luego de madera y al final de maíz según cuenta el Popol Vuh. Estos tres poemas iniciático-proféticos, que inician la intentona, ocupan las primeras siete páginas del libro que abrirán la puerta del inframundo:

Cuando extendí mi mano dije

tenemos que irnos ya:

el tiempo nos venía comiendo los

pasos entre las rocas

y anduvimos hurgando toda

la tarde un desierto

pero en nuestros corazones nunca

dejó de llover

La puerta a la Casa de Navajas está resguardada por siete páginas como el séptimo cielo maya, el más alto, donde se encuentra el paraíso; el cielo de Ameteotl, el dios que era varón y hembra al mismo tiempo; el creador de dioses y de hombres; el Amor.

La bruja accede al inframundo y la profecía se cumple, la voz de la bruja se escucha en el oscuro interior de la Casa: Qué desgracia cae sobre mis ojos / no veo nada que no haya amado antes… El Amor, ofrenda más que premio, es un destino llagado de amargas nueces y amar es aprender a ponerse triste, reniega la bruja.

Esta es la historia de amor de una bruja-poeta que se tambalea hacia el baño con el estómago revuelto de amor que nadie quiere. Una historia que podemos encontrar a la vuelta de la esquina excepto porque fue contada, de una manera hermosa, por una bruja, transformada en fiera, en una conversación consigo misma. En un repetir el golpe a través de la palabra para ver qué fue lo que pasó como hacen los niños pequeños; para saber en qué momento cayó el árbol, cuándo se pudrió la fruta, en qué instante apareció la luz enceguecedora de la conciencia que ilumina la batalla cuerpo a cuerpo consigo misma; con su deseo de amar. Balam y la Bruja son uno mismo. Un hechicero arrojando conjuros para que todo renazca en la sapiencia de que el Amor mata porque no nos mata. Para los mayas no hay fin del mundo sino transformación luego de la pesadilla que transporta al centro mismo del infierno. Para Estephani, cruzar el umbral de la salida consiste en florecer a la orilla del agua podrida… pero siempre agua con el deseo de continuar fluyendo con el conocimiento a cuestas.

Con una voz fuerte y sin tapujos, llena de poesía y sinceridad, Estephani nos entrega esta primer plaquett mágica y profética que masoquistamente -como solemos ser algunos que gustamos de la poesía- disfruté-sufrí, en coincidencia y emoción propia. Fue un placer visitar esta Casa de Navajas que, me parece, devela un camino más seguro que el del Amor para la bruja-poeta Granda Lamadrid que comienza con el pie derecho su trayecto en la poesía. Felicidades Estephani.

Angélica Santa Olaya D. R.© México, D. F. agosto 2009.

Balam y la traición de la bruja

Angélica Santa Olaya, Lucero Balcázar, Granda Lamadrid y María Elena Solórzano.



Por María Elena Solórzano


Estephani no quiere decir abiertamente que ella es la bruja-poeta,
la que dice los conjuros, por fin se decide y lo proclama en medio de la plaza para que la lapiden o la quemen, la que dice los conjuros, la que transforma los príncipes en sapos, la que tiene en sus manos el resplandor de la luna y guardadas entre sus párpados todas las llamas del verano.
Me llamó la atención el título del poemario, ¿por qué, La traición de la bruja? la lectura de los poemas me dio la respuesta. La bruja traicionó al género, se ha salido del esquema convencional que todos esperan. Cito: "¡Qué presunción la tuya/ para qué tenderse en la noche esperando un poco de calor." Para qué todo se ha vuelto un manglar de hojas podridas."


La vida, el manglar. Sociedad podrida, donde todo se agrieta, se fragmenta, se escinde, explota.
Vivimos sin dirección, a la deriva y sobre frágiles cáscaras de nuez pretendemos llegar a puerto seguro, por eso ella cierra su cuerpo, desolada entre las sábanas solitaria, con la sangre entre las piernas. Para qué los ciclos infecundos, estériles de soles, vacíos de cánticos. Por qué todo lo que ella hace es inútil Cito:"...para guardar un hombre dentro de tu casa" y el varón se marcha para buscar otras mujeres otras quimeras, para ensangrentar su espada en otros corazones. Porque así es y ha sido siempre y la poeta lo dice, lo grita:
Cito:"Y él se escapa con las tardes en busca de otra"
Y no solamente se va él, se va todo, sueños, anhelos, proyecto de vida. Se rebela ante el destino, por la eterna espera, ante su condición de mujer abandonada.

Adriana Tafoya durante la presentación.

¿Qué desea, qué anhela? Imagina, sueña: Cito: "...qué en su alcoba se deslicen los gemidos..." y el amor se enrede en la luz mortesina de la tarde, pero sólo la soledad está con ella.Cito:"de envidiar hilanderas del pueblo" resignadas, conformes, tejiendo sus sueños con estambres desteñidos, ahogando el alma entre suspiros. Mujeres que encajan dentro de los moldes que se hicieron hace siglos porque así convenía a una sociedad.
La inteligencia y el talento no contaban y entonces... Cito: "La fiera se siente culpable por no tener pechos de mujer hermosa..." Eso es lo que importa la carrocería y cito"...la fruta ha caído cuando nadie tenía hambre" ¡Qué terrible, qué desencuentro¡ Ningún varón la deseaba y ella allí, granada madura ofreciendo sus rojas entrañas.
El canto IV me remite a Gilberto Owen en su poemario Sinbad el varado. Cito:"...la piel llagada de los náufragos...", los desorientados, los perdidos, porque los sentidos engañan y a veces nos dan una visión equivocada de la realidad. Sinbad emprende un viaje interior para buscar las más preciadas joyas del espíritu, pero en ese viaje también encuentra: fantasmas, dolor, fracasos, frustraciones.
Cito:"No hay donde guarecer el amor de los muertos..." tenemos que guardarlo, porque es el único amor del cual estamos seguros, es el único amor inalterable.
Cito: "Estas brujas..." léase estas poetas son intrusas, mujeres enervadas con miradas torcidas, a veces enternecen de tan alucinadas, sus lenguas no destellan silencio, en extraños idiomas expresan su dolor, cito: "Alfajores de tristeza se derraman...".
Ella no tiene destino, por venir, su destino es uno por eso, cito: "... mis manos no tiene líneas...no alcanzará la tarde para tejerte un vestido que cubra..." No, no alcanzará la vida, para pagar la traición a tu género, has dejado de ser " El hermoso animal de cabellos largos e ideas tan cortas", eso se paga con sed y con hambre de amor, por eso, cito: "Serás la señora del desierto y comerás las sobras de los que aman...Pero no conoces el amor..." las brujas o las poetas no conocen el amor, son apartadas porque tienen lepra en el alma y se atreven a contradecir a sabios y profetas.
Y te ahogará el desamor y la soledad-dice la desesperada voz de la poeta- porque no seguiste el camino de la luna y te fuiste a sondear abismos secretos que no te corresponden. Cito: "Has de quebrarte como una rosa seca entre los dedos"
Tú. poeta, los alimentas con tu cuerpo, cada palabra tiene algo de tu esencia, tu carne, tu espíritu es la fuente de donde mana tu poesía para:, cito, "...deletrear con brasas dulces de canción..."
Cito:"Es abrir los ojos un día y saber que no estás en casa..." la soledad, siempre la soledad y el desamor y se vuelve a hacer presente el sentirse: perdida, desubicada, extrañamente extranjera en su propia casa, cito: "Es que nunca estuve ahí dentro de las fotografías..."
Y la nostalgía por el amor perdido, lacerando, lastimando...cito: "... por qué todo ello lleva tu nombre, en cada marca, en cada poema que canto y que siempre nos separa más.


Estephani Granda Lamadrid en la lectura.


La bruja ha dicho sus conjuros y nos ha envuelto en esa atmósfera de desolación que recrea en excelente forma este poemario. Magnífico, con bellas, audaces y frescas imágenes. Todas las demás brujas lo degustaremos y parecerá que estamos ante un espejo.
María Elena Solórzano

lunes, 24 de agosto de 2009

Casa de Navajas por Lucero Balcázar

El sugerente Título de Granda Lamadrid, me lleva directamente a darle, ni modo compañeros, una Vuelta de Tuercas al azote poético y es así como inicia mi texto. Entonces empecemos desde el principio: El Titulo. Ahora, citaré uno de los significados de la palabra Navaja que encontré en un sitio de cocina gallega ; Y cito: La navaja es un molusco Vivaldo marino de gran tamaño, sus valvas llegan a medir hasta 20 centímetros de largo, estas tienen forma alargada y algo curva, su superficie es lisa y muestran un color amarillento con manchas rojizas, moradas o pardas. Habita en los fondos marinos, donde excava agujeros hondos y se distribuye por el mar del norte, hay una especie en Baja California Norte donde los mexicanos la conocen con el sugestivo nombre de” Mango de Cuchillo amarillo”. Los chilenos, se ven un poco menos grandilocuentes al llamarla simplemente: navajuela.

Continuando con la misma línea encontré también al Pez Navaja, que es una especie extraña de color verdoso con la zona ventral afilada como un cuchillo, que, curiosamente, su forma de mantenerse es através de una natación horizontal en caso de necesidad por la aparición de algún predador llegando a la posición vertical, cuando está al acecho de presas, de caza.

Lucero Balcázar lee su presentación. Granda sonríe.


Hummm..... qué sinónimos más cercanos a esta Casa de Navajas, dónde la sinécdoque nos lleva directamente a esta forma que usa Granda la Madrid al tomar La parte por el todo, el todo por la parte, pues leer este libro es volver a esa Casa-túnel por donde nacemos, y al volvernos mayores conocerla y sentir lo que en México llamamos cariñosos: La Muerte Chiquita.

Este tropo, la sinécdoque, es especialmente usado en sus sonetos por Petrarca, cuando su amado idealizado es descrito parte por parte.

Entonces, retomemos la voz poética y vayamos también nosotros parte por parte:
Estephani inicia el libro con el canto: SALTO DEL AGUA así y cito:


Y si uno termina por no contestar
Y si uno se queda callado (Porque ya sabes que uno siempre se queda callado)
Y busca redención cuando se va tambaleando hacia el baño
Con el estómago revuelto de amor que nadie quiere
Y convocas a una fiesta en tu nombre
y nadie asiste porque a nadie le importa
Y te sientes del carajo Y… acabo la cita…

Y me llama especialmente la atención el uso de la Y griega con la que la autora abre el poemario, pues esta conjunción copulativa es usada a modo de encabalgamiento durante todo el primer movimiento. Incluso abre también así el segundo canto llamado CUATRO CAMINOS.

En POSTAL DE COYOACAN ya es imposible soltar el poemario, pues el canto crescendo en el que nos lleva Granda, nos mantiene en vilo cuando cierra contundente al rematar; y cito:

Precipicio de hirvientes dagas
oleaje de precipicios solos
esta hija nuestra nos mira
y desde el abismo
nos extiende la mano y acaba la cita.

En BALAM Y LA TRAICIÓN DE LA BRUJA, La poeta ya se revela, pues La Bruja, La Hechicera, ya le habla de tú a tú a Balam, que también significa El hechicero o El Mago y lo confronta, es entonces así como La Casa-Vulva, le habla de igual a igual a la Navaja-Falo, cuando advierte y cito:

No te conocen
Porque sabrían cuantas veces
Tuviste que mirar tus garras
Para saber de algún modo
[siguen ahí
Sin hilos que te sujeten a una misma dirección

Y él se escapa con las tardes
En busca de otra
Porque estas bestias no descansan
Sólo llegan a desposar al amor
En su semen de viento
Y te llenan toda de horas
En que deberías de aprender
[a tejer como las de antes
“para eso son las hembras
Para eso son las alcobas”
Para esperar a las bestias
[cubiertas de sangre
De una guerra que nadie inició
Las bestias se hieren a media noche
Se van gimiendo con zorras
Y perras
Y con toda hembra buena
Que salga a bañarse al río…

En el siguiente movimiento ANTES DE LA CASA DE BALAM, la hechicera célibe se castiga así misma cuando asevera:

Ya no hay agua
Ni dagas con qué atascar las puertas
Habrá que aguantarse
Resistiendo
Controlándome
Porque la fiera casi despierta


Ah, pero la revancha, la apódosis y la prótasis que debe mantenerse en toda buena obra, viene en el canto titulado LUEGO DE LA CASA DE BALAM, dónde la mujer-fiera, luego de probar la navaja, sale del cuarto y busca, hasta encontrar…mientras esto pasa, hace lo que hacemos todas las mujeres después de una larga abstinencia ARAÑARNOS EL VIENTRE mientras sentimos culpa, inseguridades o como cita la poeta por creer, “QUE NO SE TIENEN PECHOS DE MUJER HERMOSA…”

El respetable poético.


Después de RECADO DE BALAM, Balam, que significa en la lengua Maya BOCA DE JAGUAR, viene el canto CASA DE LA BRUJA, donde las brujas en voz de la poeta,dicen:

Atraviesan las moradas Con sus pasos monstruosos de óleo dulce
Enternecen a las bestias con su aroma a polvo

En ADVERTENCIA A LA BRUJA, la hechicera ya ha perdido a su Balam, y lo peor, parece que ya, a toda bestia ocasional, ha abandonado ya, el pueblo de esa CASA DE NAVAJAS, esa Casa-Vulva, ahora sólo llena de polvo y heridas que supuran agua.

E inexorablemente en el canto 10 que lleva por nombre PARA DESPUES DE LA LUNA MENGUANTE, es dónde, se deja escuchar el réquiem o descanso de la bruja hechicera y pecadora que ya no sólo tiene la carne marchita, sino a razón de la Granda Lamadrid cuando dice:

Anda
Alimenta con tu podrida carne a
[los sedientos
Calla sus gemidos con tu lengua
Besa sus cuerpos agrietados
[ como el tuyo


Aliméntalos
Dales tu cuerpo
Muéstrales la bruja
La llama de los muertos que
[nadie llora
Hazles creer que tu carne es la fuente
El estanque del ángel caído…

Gonzalo Martré.

Los otros dos cantos con los que concluye esta su CASA DE NAVAJAS, Granda Lamadrid, no se los voy a platicar, tendrán que leerlos, si es que quieren descubrir una de las voces más poderosas nacidas en los años ochentas y que ocupa, ya, un lugar, ganado a punta de poetazos, en este Oficio de Fuego, dónde, sin falsas modestias, ni aspavientos grandilocuentes, todos los que nos llamamos poetas, tendremos que ganar día a día, paso a paso, tal y como lo viene haciendo Estephani Granda, Lamadrid.

viernes, 31 de julio de 2009

Agonía y cosmogonía en Chanona Yza

Lourdes Cabrera Ruiz



Como su nombre lo anuncia, La alforja de los desprendimientos es un poemario testimonial y confesional. El viandante lleva consigo su saco de violencia que es la vida, la suma de recuerdos, la magia verbal que los transforma y recrudece. Conforme se vuelca y se vacía a nuestros ojos, crece un cuestionamiento humanista, el que sólo pueden plantear aquellos en retiro y desgastados, al enfrentarse al dolor de cada día.
La novedad en Álvaro Chanona es que el hablante lírico de sus cuatro poemas se ha configurado como un testigo de la milicia que gesta con su armamento lingüístico la cosmogonía del Caribe; fuera de ahí, se desprende humildemente de las formas, mas no de la cárcel circular de sus huesos.
Con esta cosmogonía quiero quedarme sobre todo; valorarla, invitarles a reconocer en ella un ejercicio de códigos que hablan de la comunión de lo humano en la lucha; una cartografía original donde el hipérbaton se convierte en la fórmula precisa y las oraciones subordinadas fluyen tanto que la mar de ellas cubre lo dicho en primer plano. Las formas de vida en el paisaje se mantienen al acecho del combate con la muerte.
El oyente lírico es un Caribe que se describe violado por su propia violencia, la de su naturaleza, cadena alimenticia inexorable en donde algas, lombrices y peces aguardan su respectivo momento, lo mismo que el saraguato café acecha al vástago del jabalí.
En otro nivel semántico, el Caribe tiene vulva, caderas, vientre, pulmones, sangre, ingles, glúteos, y sus maritales secretos están en boca de rudos caimanes. Se sabe que en numerosas cosmogonías el mundo se concibe como cuerpo: la unidad del macrocosmos con el microcosmos es explícita; aunque esta analogía también conlleva implícita la idea del sacrificio. Por ello, quizá el Caribe de Chanona es mujer asediada por aquellos pájaros nocturnos que encallan en sus embarcaciones cóncavas; tal vez la droga sea uno de los signos presagiados en los códices mayas, según la versión del autor.
En el poema se propone una historia cosmogónica original porque la llegada de la civilización europea es descrita bajo el mismo corte violento que el de la propia naturaleza; este Caribe no hace distingos, reivindica el mal como un valor relacionado con la creación misma. Los nuevos dioses vienen de fuera, obligan al éxodo, y en las calles tan sólo persisten los vendedores de artesanías y el eco de algunas señales metafísicas de la clase sacerdotal que reconocen los consumidores de droga.
De manera que lo novedoso de este relato cosmogónico es que no procede a generar orden del caos, sino que presenta una especie de equilibrio, una homeostasis en combate perpetuo; y puede decirse que hay una tendencia a la entropía o al desorden, cuando determinadas acciones se plantean como amenaza. El mito en Álvaro Chanona parte de una posición realista, habla de amenazas como la industrial, y aunque no diga que la pesca a gran escala arrasa con los arrecifes o que la construcción de hoteles hace vibrar peligrosamente las cavernas submarinas, insinúa como testigo, en cambio, el proceso nada paradisiaco del combate en un lenguaje figurativo.
El segundo poema, cuyo nombre sirve de título al libro, y los otros dos que le siguen, ubican al hablante en un tono más confesional y, a juzgar por los paratextos –dedicatorias, por ejemplo– también adquieren un matiz autobiográfico. Encontramos un recuento peculiar de achaques y desgracias en una voz que anhela escupir palabras difíciles y mantener a su vez la unidad de su prodigio. El tiempo histórico del hablante no coincide con el actual del autor, quien ahora tiene 47 años, pero en este poema su personaje tenía 44, por lo que se deduce que Chanona escribió el poema en 2006, o antes, si atendemos al factor autobiográfico.
De cualquier modo, las exactas correspondencias entre lo que dice el hablante lírico y lo que haya vivido o podido pensar de sí mismo el autor, nunca existen. Ustedes, traten de expresar ahora que alguna vez necesitaron ser perdonados. Traten de expresarlo mañana, y probablemente la expresión será otra cosa. El autor habrá sentido algo, algo que no sabemos exactamente qué fue, pero su personaje lo dijo de este único modo: “en esta hora en que vuelvo sobre mis propios pasos/ acaricio el hígado de Dios, que endurecido,/ golpea la puerta de mi casa…” (: 25).
El personaje se torna confesional y saca de su alforja los recuerdos; sin embargo, habla de su lengua despuntada, como si no pudiera decirlo todo o como si mintiera. Supongo que es tan sólo para tomar impulso. Pues si alguien ha dejado de sentir dificultad para expresar su propio nacimiento –tardío y con asfixia–, su neurosis –nadando en el jugo del páncreas–, su herida en el mismo lugar de otra herida… es este personaje desprendido de sí, de Dios, que bebe caldo de algas muertas, como niño bueno bajado de su cruz.
Pero no hay que olvidar que el personaje se describe como cabeza de ejércitos y como descendiente de hebreos. Este linaje militar y religioso de qué le sirve si sentado en su herrumbre no cesa de mascullar desde las sucias comisuras de su boca. Desde ahí se queja del abandono de la juventud y de los hijos. Pero hay algo qué leer después del vaciamiento de su alforja, hay algo que detiene su marcha de verbos en ceniza: “Si pudiéramos romper un poco/la rutina/ entonces, sólo entonces/ dejaríamos de ser ese pretexto inútil/ sobre el cual no dejan de orinarse/ los poetas ebrios/ y vacíos…” (: 48).
En “Los sueños hirsutos de un navegante”, tercer poema, el personaje teniente y cirujano deja fluir el reconocimiento de lo que no ha podido ser, la rabia contenida en sus brazos, la incapacidad para escribir un buen poema. Nos dice que busca un poco de luz en la poesía inacabada de los tuertos. Como lectores, en qué nos gratifica. Pienso en este personaje y en la gran pena de sus abuelos, al encontrarlo débil y enfermo en su escritura. Triste destino para quien proviene de un pueblo de escribas y exégetas. Ha llegado tarde para los dioses, Hölderlin no le funciona. Y para sí mismo, este navegante de reumas, sombras y culpas, qué espera. A estas alturas del libro, asistimos a descuidos formales que no percibiría como un privilegio el tuerto.
¿Qué espera, entonces, mi teniente, cirujano y poeta? Eso lo sabremos al leer el último poema “Entre el erial y el río”. Entre el querer y el poder se desagarran sus últimas palabras. Les dejo a solas con ellas. Estoy agradecida por la cosmogonía caribeña, por esta confesión y sus promesas.

Texto de presentación de La alforja de los desprendimientos (ICY/Conaculta/Versodestierro, México, D.F., 2009), de Álvaro Chanona Yza, leído en la Biblioteca Central Manuel Cepeda Peraza el 24 de julio de 2009.

martes, 14 de julio de 2009

Un mimo dirigiendo una guerra en occidente

Por Yussel Dardón


Yussel Dardón durante su ponencia en la Casa del Escritor, en Puebla, con el megáfono. En primer plano, Pedro Emiliano. A la derecha Ian Soriano y Federico Vite.


Existe una visión crepuscular en torno a la mayoría de los escritores de las últimas décadas. El desencantamiento de la modernidad, la instauración en una fase posmoderna, neobarroca o hipermoderna, como algunos precisan en distinguir, ha provocado que en las expresiones artísticas exista una apuesta, en ocasiones certera, para representar al “yo” dentro de una maraña social, económica y cultural. Así, cada conjunto de interacciones del sujeto, incluso la que se ejercen a partir de un fenómeno introspectivo, comprueban el fastidio y cansancio por la contemporaneidad. ¿Será entonces este desencantamiento el numen de la creación artística, o quizá sea que la construcción del discurso artístico no es más que un rayón a la carrocería de la vida?

En Explotó todo el aroma de la sangre, Ian Soriano manifiesta su inconformidad para asumir una posición en torno al universo que habita, pues el único lugar de conocimiento es el rito y el retorno a lo que una vez fue mejor, a un pensamiento construido a partir de reflexiones que lo instauran como un elemento del universo, como lo hace patente en Mi barrio es el cosmos, segunda parte del libro y segundo canto de una poética enraizada en la no-estancia perfecta y que busca, a través del sufrimiento que es el pensar, la muerte como benefactora creacionista.

Ian Soriano ubica su poética dentro de un naturalismo poético, donde, como lo manifestaba el Marques de Sade, el hombre es sólo un espectador virulento de la magnificencia de la naturaleza, y quien en un punto debe reintegrarse a ella para obtener su salvación, pues sólo así, la experiencia saldrá avante sobre el conocimiento: “Lo humano es lo irreparable, nuestro grave error fue salir de la naturaleza, porque todo progreso será aniquilar, todo esfuerzo y construcción a favor de la humanidad serán destructivos en vano; no hay regreso ya, tendríamos que volver a nuestros repudiados orígenes.” La escritura de Ian Soriano tiende a la soledad como fuente de dolor y nostalgia, por consecuencia como fuente creativa. Soriano construye al poeta a partir de la imagen del Triste, asemejando su devenir con la construcción que Pessoa hace del escritor. “El triste pierde el coraje para ser alguien, porque es un gigante al que cualquier hormiga aplasta.”


Danza contemporánea a cargo de Leticia Velázquez.

Explotó todo el aroma de la sangre está dividido en dos apartados; la primera, No ser una brillante roca, explora el ejercicio del canto a partir de la reflexión. Aquí, el poeta asume una posición reflexiva sobre el valor experiencial de la vida. Estrofas construidas a partir de un sinfín de imágenes y metáforas que solidifican su discurso poético, Soriano edifica versos acelerados y trepidantes que asemejan el ritmo a un Lautremont o Rimbaud mediante un pensamiento fragmentado, respetando la apuesta constructiva del rumano Cioran, quien menciona de manera crítica y contemplativa “Busco lo que existe. Mí búsqueda no tiene objeto. Vayamos al Juicio Final con una flor en el ojal.” La reflexión del rumano parece confirmarse con lo que el poeta José Vicente Anaya encuentra cuando menciona que al no poder hacer florecer la flor en el poema, en referencia a Huidobro- ésta se lleva como adorno. Ian Soriano pues, toma la flor y le habla con voz nostálgica, pues sabe que obligar a que la flor florezca sería apresurar el proceso que la marchita. No ser una brillante roca es un largo canto en el que el hilo del discurso poético es la añoranza y el acto de asumir la condición indefendible del hombre con la naturaleza, muestran la voz de un poeta romántico, que avasalla el lenguaje en imágenes tratando de mostrar su verdad. “Después de todo, se trata de nombrar a las cosas para que signifiquen algo, de crear paraísos semejantes a los que muestra la vida.”


Federico Vite durante la lectura en Puebla.

En la segunda parte del libro, Mi barrio es el cosmos, el poeta escapa del spleen poético para retomar la construcción de versos y estrofas; aquí, Soriano reflexiona una vez más acerca de su pertenencia, asumiendo un espacio de significantes mágicos, donde el Universo lo avasalla, pues no hay mejor lugar para sentirse extraviado que en la nada inextinguible. “Tu monasterio es una cárcel donde todos los santos son Absurdos.” En esta segundo apartado, se construye la visión de un universo donde el equilibrio es una ilusión y una consigna que lo persigue a donde quiera que vaya, como lo dice en el verso “Mis ojos son testigos de que cada lágrima del infinito se deforma.” En este acto meramente contemplativo, Soriano recurre a la dualidad occidental Dios-Diablo como ejemplo del discurso místico-poético: “La música la trajo dios, el diablo nos trajo el silencio.”

Los enjuiciamientos que realiza Soriano en su libro van dirigidos a la construcción del hombre contemporáneo, inmiscuido en el sobre-razonar y como sabemos, todo razonamiento incluye a un raciocinio de las reservas ideáticas.
Toda publicación es digna de celebrarse, no porque este proceso sea el fin último de la creación, sino porque toda aparición trae consigo el compromiso del escritor por mantener su vigencia y rigor, explorando nuevas vertientes que vayan, de poco en poco, solidificando su labor no sólo como poeta sino como escritor, una puesta que el poeta Ian Soriano no debe eludir.

jueves, 25 de junio de 2009

Sobre "No hay letras para escribir tu epitafio"

En la mesa, Adriana Tafoya de pie, Mónica Suárez, Andrés Cisneros, Hugo López Coronel, Miguel Ángel Andrade y Víctor García Vázquez.

Por Hugo I. López Coronel

“El olvido está tan lleno de memoria que a veces no caben las remembranzas y hay que tirar rencores por la borda. En el fondo el olvido es un gran simulacro, nadie sabe ni puede aunque quiera olvidar…”
Jorge Luis Borges

Cuando el hombre dejó de escuchar lo que las cosas tenían que decirle, empezó entonces a exigirles que se plegaran al lugar que les señala su discurso de hombre. Las cosas, han dejado de tener un sentido intrínseco y se mimetizan en el delirio elocuente de la razón, que desata el proceso de los tentáculos del lenguaje, y éste lucubra la imagen del mundo, y devora, transformado en mirada, el entendimiento de lo que llamamos vida.

“¿Qué somos?” Si no hay letras para escribir tu epitafio. ¿Se puede dudar de la emancipación humana en el momento en que nos asumimos como artífices de nuestro propio discurso?, recuerda, “porque si jalas este alambre el mundo colapsará a tus pies”. Poema de la oscura parábola: el yo está en guerra. Y no es más que una ilusión que lucha por sobrevivir, la ilusión cree ser nosotros. Cree ser Yo. Ser Tú. Un fantasma enfermo emerge del Sepulcro con tres piedras, ronda al hombre, pisa la primera y envejece hasta volverse polvo, en la segunda piedra un opaco esfuerzo de la mente lo guía, lo hace maquilar ideas de bienestar, de paz, de serenidad; la razón para orientar al mundo hacia lo verdaderamente grande, hacia lo verdaderamente justo; es el ideal constante de lograr una humanidad más perfecta “porque hay dedos que blanden la carne para que la muerte nos recuerde; deambulo, sin rostro, entre signos lejos de la materia”.
En el campo del estudio literario la renovación de la crítica es funcional a un primer discurso (la obra, objeto en el cual se explora e investiga); de igual forma, se constituye y es reconocible en la medida que llega a ser en otro objeto, es decir, otro texto. Conveniente es añadir a lo anterior que su forma específica de producir conocimiento resulta de la teorización que, acerca del discurso, se hace como objeto de estudio (el meta-discurso), y ello ha aportado métodos y componentes teórico-conceptuales, resultado de los estudios retóricos sobre el lenguaje, lo que promovió que una forma discursiva se constituyera como expresión autosuficiente, excediendo el campo literario al proyectarse también hacia otras ciencias. Existe el dogma de que la ciencia es la tarea universal, el intento del hombre por explicar los fenómenos de la naturaleza, de la vida; es, se asevera, la conexión sistemática de los hechos que se expresan en leyes, y que estas leyes están elaboradas como resultado de una observación atenta de los mismos. Por esto se define la ciencia como la conexión sistemática de los hechos, que no es otra cosa que la tarea universal a la que el hombre dedica su existencia… Pero, el poeta aún pregunta por el sentido intrínseco de las cosas, pero el poeta no habla con la voz del artificio científico que escucha el hombre, porque el hombre ha olvidado lo que las cosas dicen. “¿Tan básica es la mente?” Diré que sí, porque “es tan elemental como una hoguera”. ¿Es tan débil el pensamiento que se rinde ante lo muerto?” Sí, porque la vida es tan necesaria para morirla. El Poeta, “no escribe la voz en un refugio del fuego ni lo ofrenda para un espejo”.

Las visiones del mundo, es decir, los artificios con los que materializamos todos nuestros mundos posibles, la llamada “realidad”, son posiciones de voluntad que se basan en decisiones existenciales. Esto significa que el mismo existencialismo que permea la construcción crítica no es más que otro artificio más. Y luego, “despiertos ansiosos de dudas, hambrientos de preguntas extrañas los huesos del hombre se levantaron un día y decidieron firmar su carta de muerte, escribiendo en las paredes del mundo no se dejen engañar, vivan, lo aparente del tiempo no es verdadero”… porque para el Humano, afirma Simone de Beauvoir, significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir. En virtud de que el discurso crítico es una manifestación que se expresa en contextos temporales e idiomáticos precisos, nuestra reflexión nos lleva a considerar la fisonomía del crítico como autor y la crítica como una práctica en la que también hay marcas personales de escritura.
Hugo López Coronel durante su ponencia.

No hay letras para escribir tu epitafio, es la sentencia mortificada que nos instala a través de su escultura lingüística en la negación del artificio humano más poderoso, la palabra escrita. Sello que titula esta publicación de Andrés Cisneros de la Cruz. En ella, como viandantes cotidianos y comunes, nos inaugura en el escenario con una mirada escrutadora e impasible, donde cada aspecto de la interacción entre las imágenes que sus artificios gráficos provocan y las realidades que puedan existir, nos conducen a intentar negociar la posibilidad de una propia realidad, en torno a la sensibilidad desde un repertorio de un mismo laberinto, también posible es llamarlo gueto, es decir, –la inevitable ferocidad inherente en la conciencia de la realidad-. En la materia de su no palabra escrita, los cuerpos poéticos cincelan Eras que se desbordan en un continuo de realidades lingüísticas, pero maniatadas a otra que quizá no será porque ahora está siendo. Su no palabra escrita, que como instrumento de interacción nos conduce por el entretejido que se esconde de la simple vista y hace emanar el Poema de “la oscura parábola, sepultado bajo tres piedras”, ofrendas para un espectro donde “el cirio despide amargo humo que murmura la palabra inmóvil”, e inmóvil “el equilibrista medita en la fractura de las ideas”. La Palabra está exiliada de la memoria porque el hombre dejó de escuchar. No hay letras para escribir tu epitafio porque “la muerte, parecida a la noche, dicta la bitácora con puños de tierra”. Y si pudiéramos las fallas a contracorriente, tal vez el final de despedida nos propondría volver a empezar bajo la sombra del poder instaurado a la izquierda de la dualidad del universo.


En términos amplios, un discurso crítico tiene como contexto ese espacio temporal “artificio desde otra mirada”, y en consecuencia, constituye una referencia significativa en un periodo preciso en la visión del artificio totalizador llamado cultura. Ayn Rand ha sostenido que “el arte es una recreación de la realidad según el criterio metafísico del artista. Entonces una obra artística no requiere ni tolera un prefacio explicativo. Es un universo auto contenido e independiente de cualquier comentario que indique al lector cómo entrar a él, percibirlo o reaccionar”. Para Óclesis la expresión “artificio” si bien podría ceñirse al predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad, realiza un giro epistemológico para considerar que el arte no sólo funciona como artificio estético, sino como una tierra fértil para elaborar una especie de sugerencia para que, de acuerdo a la responsabilidad social como grupo cultural, la sociedad encuentre un arte propositivo, alternativo, refrescante y congruente (Óclesis, 2009).



No hay letras para escribir tu epitafio, obra poética de Andrés Cisneros de la Cruz, presentada en Casa del escritor, ciudad de Puebla, 12 de junio de 2009.

lunes, 15 de junio de 2009

Sobre Arraigo Domiciliario (Por Gerardo Oviedo)


En la foto, Gerardo Oviedo, Óscar Escoffié, y con el altavoz Ricardo Cartas.

*Texto leído durante la gira de VersodestierrO en la Ciudad de Puebla.

Cuando Estephani Granda Lamadrid me pidió por favor que presentara un libro, de inmediato pensé: ¡Qué flojera! Tantos buenos libros que debo leer y tan poco tiempo. Así que lo tomé a la ligera y arrumbé el libro en el estante que tengo para los libros obligatorios, tratando de postergar al máximo su lectura. Manteniendo la idea de que novela que no me introduce en su mundo en las primeras veinte cuartillas, lo encierro en el estante de los libros que comencé a leer y que no pude terminar, tal vez los leería en la otra vida, cuando reencarne en esponja marina y sean los únicos libros sobre la Tierra.

Acercándose la fecha fatal e impostergable de esta presentación y, debido a una pavorosa responsabilidad, ayer lo deshojé del librero y comencé a leerlo de una sola sentada.

Cual no sería mi sorpresa cuando me enfrenté a un texto escrito a la velocidad de la luz. Con furia. Poderoso y transparente. Donde el novelista no se regodea en su retórica enredándose él mismo y ahogándose. Lúdico y, con el mayor de los aciertos, extraordinariamente divertido. Dándome el primer indicio del autor: El humor es el primer síntoma de inteligencia.

Nuestra literatura proviene del primer conflicto dramático, fundacional: La tragedia. Los tópicos decimonónicos lindaban en ese entonces en la premisa del heróe atrapado a su destino fatal y del cual solamente, a través de una paradoja, logra salir victorioso: Su muerte.
Ya en el siglo veinte, desde Santa, de Federico Gamboa, pasando por Los de Abajo, de Mariano Azuela, Vámonos con Pancho Villa, de Rafael F. Muñoz, hasta La sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán y el Pedro Páramo, de Rulfo, nuestra épica fue la tragedia.

Luego vendría la época del melodrama, aderezada por el cine nacional de mediados del siglo pasado y su nacionalismo panegírico. En los años sesenta se desata la era de la tragicomedia hasta desembocar en la Farsa con el absurdo como telón de fondo. Véase la Onda y sus repercusiones nacionales.

La novela de Óscar Escoffié Padilla, debido a la velocidad que alcanza, y al cruce de líneas argumentales, encierra en cada uno de los personajes estos conflictos dramáticos.
Con una sintaxis impecable, claridad en el lenguaje, y personajes decadentes, se traza algo que me dio mucha risa cuando lo leí (debido a que dentro de novela lo critica en voz del narrador): Dice el narrador de una personaja: “Para ella todo era kafkiano, kafkiano, kafkiano”. Me explico: Cuando Joseph K, dentro de la novela el Proceso es acusado de algo que él no sabe, se deja llevar sin oponer resistencia, y, a pesar de que sabe que ese será su fin, se deja llevar como cordero ante el holocausto y muere. Así sucede con la voz única y principal de la novela “Arraigo domiciliario” a través de un macrocosmos de sarcasmo dentro de la perspectiva de un personaje, no Kafkiano, sino Escoffiano: El narrador sin nombre.

Balzac, Tolstoi y Dickens sostenían la teoría de que los novelistas que recién comienzan, tienen dificultades para conseguir nombres propios para sus personajes. Que toman los nombres de las personas más cercanas a ellos, y, cuando se les van acabando los conocidos, se apropian de los nombres de listados de periódicos, del cementerio o de culturas lejanas y exóticas. No sucede lo mismo en la novela que hoy se presenta, y aún cuando no existe ningún nombre propio, salvo las referencias literarias, pictóricas y musicales, el escritor decide nombrar a los personajes según su función dentro de su universo: El abuelo, los padres, los hermanos, la flaca 1, a flaca la dos, la poeta, su esposito, el cantante de norteño, el abarrotero, la casera, el guajolote, la garza y así sucesivamente, y donde el peso de cada uno de estos personajes se sotienen a partir de un hecho: el extraordinario oído del autor. A través de diálogos verosímiles, Oscar Escoffié Padilla, hurga en los contornos de personajes singulares para expandirnos su presencia. Y a pesar de que la voz narrativa tiene toda la fuerza de la ironía, de cómo ve el mundo, es tremendamente moralista.

Queriendo aparentar ser malo dentro de un mundo lleno de maldad, el narrador transita por lodazales y no se mancha. De ser degradado a la condición más baja, permanece limpio fuerza de sus opiniones sarcásticas, pues a pesar de que va hacia un precipicio creado por él mismo, se solaza en sus derrotas y en las derrotas ajenas. Y esa visión particular hace que el personaje se vuelva entrañable ante los ojos del lector. Sin florituras cursis narra anécdota tras anécdota a un ritmo vertiginoso que el lector del siglo XXI agradece.


Dentro de la novela no dejan de suceder cosas. Situaciones absurdas, ridículas, tristes, melancólicas, desmesuradamente elocuentes. Y, además, para el movimiento de la neurona, apreciaciones mundanas que llevan a la reflexión,, en especial ese apotegma que seduce: La poesía no salva a nadie, ni siquiera a ella misma. Y, sin embargo, a través de ella se salva una pesonaja: La poeta y su esposito, y tal vez una parte del narrador cuando afirma: “Un poquito de gentileza: a veces eso era todo lo que precisaba un derrotado para resistir cien batallas más.”. Y en la escritura, el narrador, que cuenta sus aventuras a diestra y siniestra sin contemplaciones, y algo maravilloso, sin autoconmiseración, como aquel spleen parisino: La melancolía como antídoto ante tanta barbarie. Porque el arraigo domiciliario no es hacia afuera, sino al interior del propio narrador, encerrado en sí mismo, sin escapatoria posible.


Cito: “¡Ah, pero la poesía, ese escándalo mayor!” que es la única forma de eximirse del mundo que rodea al narrador irresoluto, maestro, aprendiz de escritor, tímido, cobarde, cínico, buena onda, pendenciero, tallerista que no quiere tener alumnos, colaborador de un semanario, misántropo apocado, y que ni las posibilidades de amistad lo hacen levantarse, porque mira todo con escepticismo, desdén y lleno de una rabia contenida, por ejemplo, cuando es acusado de un crimen en su casa y que su abuelo ha incrementado su virulencia a través del chisme, el maestro huye de su propia casa y todas sus comodidades sin intentar averiguar qué sucede, no por interés, sino porque el personaje estaba harto de cómo era y ese es un buen pretexto para entrar en su propio abismo ambientado en el cambio de siglo.


Deja su trabajo de maestro y se refugia en opiniones como esta: “La mayoría de los alumnos eran apáticos o tontos contagiados de la moda milenarista. Hoy se sentían eternos vanguardistas por tener una computadora o manipular un juego de video.” También rehúye a un pasado como escritor, donde hoy espero que las semejanzas no coincidan, para bien de los presentes: “Todos nos sentíamos escritores. Hoy, que todavía conservo algún ejemplar del sambenito (que publicaron en aquellos años y que presentaron en una velada literaria), sé que definitivamente no lo éramos. Con razón evoco que gran parte del público se salió antes de que el asunto terminara. Éramos cuatro idiotas con aires de artistas trepados en una plataforma.” O párrafos adelante, cuando ya se encuentra viviendo en una pocilga verde, y una lisiada en silla de ruedas y su pareja lo abordan al enterarse, otra vez por chismes propagados por una prostituta llamada la flaca número uno, de que es escritor, esta pareja le propone mostrarle sus intentos poéticos a lo qué el narrador pone un reparo: “¿Cómo eludir el contenido de esas hojas estrujadas contra el pecho cual si fueran textos salvados del incendio de Alejandría, o los rollos del mar muerto siendo que hallaría (en sus poemas) sólo la clásica letanía de frases con palabras como “flores”, “alma”, “amor” o “corazón”?” Dando pie a la siguiente reflexión de Rilke: “El poeta que recién comienza, no sale de dos temas de los cuales no está aún capacitado para abordar de manera profunda: El amor y la muerte”. Y sin embargo, la poesía salva a la lisiada y, como la fantasía bíblica de los milagros, el narrador sentencia entre líneas: Poeta, levántate y anda.


Y aún cuando define a los poetas con un asombroso sarcasmo: “¡Señoras y señores, con ustedes: Los monos recitadores!”


Y abunda al leer los poemas de la lisiada fuera de su cuarto, en el pasillo con los ojos curiosos de los vecinos: “Queda claro que no era la reunión del trío en sí misma el motivo de mi pena, sino la exposición “poética” , como si deliberadamente quisiéramos ser oídos presumiendo una forma “rara” de ser, la naturaleza de las rimas y la actitud de la pareja ante el lector de voz alta y aquellas; como concederle públicamente una grave seriedad a algo que el resto consideraba estúpido y tan aburrido que, ante nuestra permanencia, dejaba de serlo para convertirse en intrigante... pensándolo bien, creo que aquello fue una reproducción en pequeña escala, de lo que en la sociedad sucede con la poesía, donde al poeta se le toma, las más de las veces, cual mono aullador.”


Y con esta crítica el narrador, irónicamente se contradice al soltar frases afortunadas como: “Sangraba de luz la noche por su blanca herida, y salpicada, el resto de su piel hizo desdoblarme en cielo.” Y poco a poco se va desmoronando hasta convertirse en el propio escritor de sus aventuras, pasando de: “Un pesimismo burlón a una misantropía agria.” Digno sucesor de José Agustín, Gustavo Sainz, Jorge Ibargüengoitia, Juan Villoro, Guillermo Samperio, Óscar de la Borbolla, Rodrigo Muñoz Avía, o Jonathan Tropper, o la extraordinara “Conjura de los necios” de John Kennedy Toole, entre otros, la novela es una hecatombe de sarcasmo, incluidos sus monólogos interiores encerrados entre paréntesis.

Celebro que la editorial Verso Destierro se arriesgue, en un momento tan difícil para las editoriales, a publicar textos de gran calidad y apueste por la literatura. Gracias Stephani por darme el libro y celebrar la aparición de esta novela y, sobre todo, gracias a la inteligencia de su autor por lo irreverente de sus personaje que me hicieron reír carcajadas, y sí no, para muestra un botón, lean la parte donde están en el velorio del “Guajolote” y le piden al personaje dar un discurso entre puros desconocidos. O, como dato intrascendente pero curioso, tal vez debido a que en el DF ya no se puede fumar como dios manda, ningún personaje fuma dentro de la novela pero si se suceden escenas escatológicas entre el ruido de la evacuación de la vecina y la furia del televisor a todo volúmen.


Cómprenla, se divertirán. Se los aseguro. Y tal vez habrá: Arraigo domiciliario dos. ¡Enhorabuena y muchas felicidades, maestro!

Gerardo Oviedo
11 de julio de 2009

miércoles, 29 de abril de 2009

Sobre Arraigo Domiciliario

de Óscar Escoffié Padilla

En la foto: Mauro Ramírez, Óscar Escoffié Padilla y Adriana Tafoya, durante la presentación de la novela en el Día Internacional del Libro, 23 de abril de 2009, en la explanada del Palacio Municipal de Ecatepec.


Por Adriana Tafoya


(Primera Versión)


Premio Nacional de Novela, dentro de los Premios Nacionales de Literatura de Ciudad Ecatepec, en homenaje a Enrique González Rojo, 2008, editada afortunadamente por una editorial independiente (Verso Destierro), en este mano a mano con Nahum Torres y Arturo Alvar del programa de Apoyo Editorial y Fomento a la Lectura.
Realmente es bueno que el municipio de Ecatepec tenga una visión incluyente al trabajar, no con imprentas, sino con proyectos independientes, aceptando la diversidad de las propuestas. Nos da mucho placer presentar, en todo este marco, Arraigo Domiciliario, del poeta y narrador Óscar Escoffié, y sobre todo el privilegio de publicar esta novela, que a decir de Eusebio Ruvalcaba, es “trágica y humorística de principio a fin, y depositaria incomplaciente del destino de los poetas”, y así, con esta primer obra dar abertura a la Colección Extraordinaria de Verso Destierro dedicada a publicar narrativa mexicana.

Entrando de lleno al tema de la novela, es un libro que valió la pena editar, por su calidad y propuesta, y sobre todo su grado de originalidad, puesto que no se van a encontrar con los dramas, las exageraciones, o las conocidas proyecciones cachondas de los escritores, que su única “propuesta” es un intento por escandalizar con sus proezas sexuales, su “pésimo” lenguaje y sus experiencias con drogas y borracheras, que a estas alturas ya no escandalizan a nadie. La novela más que de poesía, habla de un poeta sin nombre, sin dirección, donde las calles no tienen alias, ni sirven para intentar canonizar algún mal político, que por supuesto se perderá entre los tantos millones de nombres de la historia.


Crea un efecto de despersonalización total, dando la sensación de que podría tratarse de los pensamientos de cualquier escritor, poeta, y de todo ente que se relacione con él. De hecho pareciera estar realizada con los fragmentos anecdóticos de la vida de cualquier rellena-páginas promedio, primordialmente, de la clase medio-baja o más-baja. El personaje principal, el no-poeta (porque no quiere llamarse poeta) procura cumplir ese decálogo tácito, los diez mandamientos del poeta y sus mitos para regir la vida. Algunos de ellos serían: 1. No dirás ser poeta, sin habértelo ganado primero. (Cómo se lo va a ganar y con qué sospechosos medios, quién sabe) El segundo: podría ser: No darás talleres y no lucrarás con la poesía. (Otro de los clásicos mitos sobre que ser poeta significa morirse de hambre). El tres: No exigirás respeto. Permanecerás anónimo (hasta que mueras y alguien te rescate). 4. No presumirás del don de la escritura. 5. No te acercarás a la gente común. Ni abusarás de ella. Y sobre todo: 6. Deberás quejarte del mundo y de su idiotez para lograr formar esa imagen idílica de poeta. Los otros cuatro nos los podemos imaginar, o buscarlos en el cuerpo del texto escoffiano, pues seguramente los lectores encontrarán mucha tela de dónde cortar sobre estos clichés ideológicos.
Por otra parte, esta novela no sólo es queja del mundo inadaptado que rodea al escritor, sino del escritor que se niega a adaptarse, aunque sea en contra de sí mismo y esta decisión lo arrastre al grado de la indigencia, y terminé, precisamente como el nombre de esta novela, en un arraigo domiciliario, en un arraigo psicológico, que casi lo vuelva autista, negándose a necesitar algo de alguien. Por ejemplo, en ningún capítulo hay deseos afectivos, sociales, amorosos, sexuales o de trascendencia, y realmente ni siquiera económicos. Prescinde de la familia, los amigos y no tiene siquiera una mascota. De hecho el autor, Escoffié, le niega un nombre al personaje, manteniendo el transcurrir anecdótico por el anonimato; esto la diferencia de novelas actuales, pues dentro de un ambiente crítico, se despoja de casi todas las necesidades: el ambiente es cotidiano, sin olvidar la superstición y la seudo-magia que lo rodea. Siempre está presente el fanatismo, incluso el ingenio mexicano, y tiende a ser en parte una novela naturalista: muy en boga en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Emilio Zola, padre del naturalismo, pretendía hacer de la novela una observación científica y experimental de la humanidad, hasta el extremo de que sus personajes solo se movían por impulsos fisiológicos. Con el naturalismo la literatura se puebla de borrachos, de vagabundos, prostitutas, chusma, pueblo maloliente, y por supuesto supersticioso. Tabernas, pocilgas, departamentuchos, casas de huéspedes son el escenario de las trifulcas y palizas (que en este caso sufre el poeta por una multitud que lo lincha). No hay deformación grotesca sino copia fotográfica de una triste realidad.

Escoffié hace uso del manual de usos y costumbres de la sociedad contemporánea para aliarse también con la novela costumbrista, cuando presenta conductas humanas de personajes y tipos analizados en su contexto histórico y entorno social, como puede ser, por ejemplo, el sistema escolar, donde los alumnos, por ser clientes de una escuela, tienen el poder de despedir al profesor, en este caso, otra vez, nuestro desarraigado poeta; lo cual deja ver un bajo esquema de valores en el marco social.


Por momentos hace que uno se indigne antes los actos de estos personajes que atacan a los entes alienados, o sea los poetas, pero también surge la indignación, cuando el protagonista se entrega, cuesta abajo, al veloz devenir de su vida. Por sus prejuicios, malas decisiones, su mala idea de lo que es ser buena persona, y sobre todo el puritanismo de lo que conlleva ser un escritor para él. Esto forma una excelente novela crítica, y autocrítica, donde lo que pasa es lo más natural en un país como el nuestro. Sin quererlo la novela se lee en una sentada. Es ágil, y con un humor agridulce bastante agradable que deja una malsana sensación de incertidumbre al final, produce el efecto de la duda para que el lector logre empatizar con el escritor, y preguntarse si una forma particular de pensar y de proceder en la vida, como en un tablero de ajedrez, puede llevarle al verdadero anonimato, que es desentenderse de sí mismo, dejándose llevar por el destino (de una nación), el azar (de una religión), o la sombra (de una sociedad). Esto es lo que nos enseña esta humorística, y sobre todo maliciosa, novela de Óscar Escoffié. Que recomendamos con alevosía y gusto a todos ustedes.

sábado, 7 de marzo de 2009

Pequeños apuntes para la sangre de Ian Soriano


Por Estephani Granda Lamadrid
Reseña de "Explotó todo el aroma de la sangre", opera prima de Ian Soriano.

Un hombre sale de su casa, camina, piensa “yo no necesito alegría, necesito olvido”, transborda el metro. Una señora conduce, atraviesa la ciudad, dice “por eso yo sólo he podido tocar el dolor, pues todo lo demás han sido caricias”. Alguno se ha trasladado desde una urbe, municipio o delegación lejana y confiesa “porque yo no soy un hombre, ha sido la mujer quien me lo ha hecho creer, pero no lo soy, ¡No soy un hombre!, soy un animal, una máquina”. Quizá alguien cruza la calle, éste o el otro pasillo. Alguien escucha desde las paredes, mientras hojea un libro, una revista y siente que “al final, después del derrumbe, lo único que queda del amor son los buenos deseos para el amado” Alguien pasó por casualidad, estaba cansado y decidió sentarse porque “cree haber vivido ya todo, y sin embargo, no ha encontrado nada aún”.

Si se identificó con algo de esto, seguro este libro es para usted.

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Estamos todos aquí porque de algún modo creemos que la poesía no es inútil. Y por eso, esta tarde, les compartiré unas breves notas que surgieron después de la lectura del libro Explotó todo el aroma de la sangre, de Ian Soriano.

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Alguien se preguntará: ¿otro libro de poesía? ¿Para qué de poesía, si ni le entiendo?
Si lo meditamos un momento, todos en este recinto, alguna vez hemos escrito algo como un poema. Es decir, que un día algo por dentro nos inquietó, y quisimos escribir con palabras bonitas, y sentíamos angustia porque no salía lo que queríamos decir. Esto es lo que nos acerca al poema: que determinado dolor en nuestro corazón, sangra también en el corazón del poeta, y que sea precisamente el poeta quien nos haga volver hacia nosotros mismos y confirmarlo.
Claro que hay poemas mayúsculos, poetas que hacen artificios lingüísticos incomprensibles que se pierden en el olvido (pero este, afortunadamente, no es el caso.) O creen que la poesía es mentir, crear algo a través de engaños. No amigos, La poesía, mediante el poema es desnudar a la mentira de todos los días. No es arriesgado decir que la poesía es el género más transparente: el poeta debe ser sincero.

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Por otro lado, un poema aspira a la lectura: si el poema carece de la fuerza necesaria para retener entre sus páginas al actual lector, acostumbrado a las pantallas de TV y monitores computadoras, difícilmente habrá una segunda oportunidad.
Es por eso que cuando se lee un poema, debería de pasar algo. El poeta nos conmueve, nos duele su dolor, nos da tirones de huesos y sentimos, a veces, un estremecimiento. O es eso, o no pasa nada.

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Es difícil hablar por partes de este libro que me ha resultado muy afilado. Violenta nuestra conformidad, la tranquilidad de la nada. Hace desfilar por sus páginas un sinnúmero de personajes que conocemos, y quizá seamos:
Los moribundos, los tristes, los solos, los humanos, los que exageran las pasiones: el egoísmo, los que renuncian a la vida. Hombres y mujeres deformados por su condición terrenal, frente a la supuesta omnipresencia divina, no tolera la ausencia, el desamparo.
Es la decepción en los rieles de este libro. La esperanza no se desvanece durante el trayecto, a pesar del pesimismo, se vuelve resignación:

“Mientras no floten los remos del arca humana:
sólo en mi cripta voy a fingir un orden y una mudez
a mí sólo me enmudecerán mis gritos. Espero la caída
del último fusil y la última rama”

El poeta es directo, afirma, grita, reclama. Es su dolor el que se está cantando, es el aroma de la sangre entre las páginas. Maldice. Necesita el olvido, necesita llorar y recordar lo que ha perdido, quizá lo que nunca tuvo.
Es un viaje a través de la conciencia humana, de la condición humana. Parece renunciar a la vida de ahora, exige la de antes. Qué regrese lo perdido o se pierda la memoria. Línea a línea, las palabras toman direcciones que lo mismo te obligan a detener la lectura para pensar un rato esta lluvia de verdades, o por el contrario, te apresura a terminar todo el poema para decir:

“Es la misma maldición la de los océanos que la de las horas
ambos destinados a separar”

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Dice el poeta al inicio de la sección No ser una brillante roca

“la vida era una cirugía a corazón abierto, sin anestesia.
Una hemorragia de soledad”

Más adelante continua:

“El único temor que me causa la muerte es que se parezca a la vida,
porque lo trágico no es abandonar el mundo,
sino abandonarlo estando en él,
y en mis días más tristes,
el mundo es como la madre posesiva
que no desprecia a su hijo moribundo”

Un fragmento de la segunda parte, denominada Mi barrio es el Cosmos muestra una serie de bellas imágenes que enternecen:

“Mis ojos son testigos de que cada lágrima del infinito se deforma
y cada una es más fuerte que los esqueletos que las conmueven
¡Tantas hojas secas entre tantos corazones secos que pisamos!
¿Por qué no bajan los árboles a rezar conmigo?”

Quizá este sea el secreto que esconde Ian Soriano tras su libro: hay un ser que observa, que tiene el poder de observar, toma en serio su oficio de poeta, deja por escrito una memoria que pocos pueden perpetuar del mismo modo. Son los ciclos de la vida y de la muerte, los de la mujer y el hombre en uno mismo, es Dios y el hombre quienes se dibujan con polvo y sangre, piedras que mejor debieran nunca brillar, o negar su presencia. Asevera que la imperfección es vital en todos los seres: en los humanos, y mejor aún: que tiene un origen divino.
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Encontramos dos secciones en este libro. La primera parte es un poema muy extenso. Incluso una lectura rápida nos puede conducir a catalogar a este texto como un ensayo, pues expone, como he mencionado anteriormente, temas que giran en torno al ser humano como especie, el yo, desde la angustia y la inconformidad frente al mundo, que pese a mencionar objetos cotidianos, desconoce. Pero percibimos fácilmente la esencia poética en versos como estos:

“Se siente bien llorar a la mitad del mes de abril, el día de una quema de flores en cada esquina durante el cumpleaños de la muerte. Se siente bien escuchar a una murga furiosa contemplar, en su armonía, a una muchedumbre más furiosa. Se siente bien caminar entre las calles donde no se ha sufrido, bajo una lluvia de junio a los dieciséis años, cuando las gotas caen en forma de esperanza: la lluvia puede hacer agazapar a las almas, tanto o más que a las cabezas. Se siente bien escuchar el fin del mundo debajo de los puentes de las autopistas, oler florerías. Se siente bien un beso en la frente”

Además, el uso de signos que son bien conocidos, elementos de fe: Dios, el Diablo: la lucha entre ellos, los ángeles huérfanos, el primer hombre en la tierra. La negación a la vida. Una especie de evolución filosófica que termina por aceptar su sentido vital, pero que no por ello renuncia a su valor del yo. Aunque yo, tal vez ya no quiera ser yo.

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La segunda parte es un poema que fluye entre los versos y la prosa poética. Esta parte es más conmovedora que la primera, pues aparte de emplear más imágenes y metáforas, nos evoca un catálogo de sensaciones, no sólo por los elementos naturales que aparecen, sino por las precisiones. Si la primera parte es el dolor, la segunda parte es la herida abierta: no hay modo de llevarse la orfandad, el vacío. ¿Cuál es el hogar entonces, de dónde viene? ¿A quién enviamos la queja?

Es fácil crear un vínculo entre Explotó todo el aroma de la sangre y el lector, que no es otra cosa que el reconocimiento de uno mismo, dentro de las líneas que reconfiguran significados y significantes según nuestra experiencia vital. En este sentido la poesía no informa, más bien, significa, es cuestión de interpretar.
Y si al terminar de leer este libro, poema, o una línea, nuestra visión del mundo o nuestra percepción cambia, entonces, el poema ha trascendido, y nosotros con él.

“Después de todo —dice el poeta— se trata de nombrar a las cosas para que signifiquen algo,
de crear paraísos semejantes a lo que muestra la vida”

Muchas felicitaciones para Ian Soriano, por su más reciente libro.

viernes, 27 de febrero de 2009

"Las Becaciones"

Por Harel Farfán Mejía


Desde el inicio, cuando era un novel escritor ávido de encuentros y desencuentros con el mundo de la literatura, uno de los temas más recurrentes en los diferentes escenarios, llámense tertulias literarias, talleres, encuentros, etc. Fue el tema de las becas que las diferentes instituciones privadas, entidades federales o gobiernos locales convocan año tras año. El tener en ese entonces una posición de oyente (pasiva), me permitió darme cuenta de la molestia, y en algunos casos odio, de los cientos de escritores, poetas, ensayistas; ante la forma transgresora en que los funcionarios, avalados por un grupo de escritores o Pseudo-escritores, otorgan cada año.

He de confesarles que esta fue una de mis primeras decepciones que sufrí ante un mundo que me lo había imaginado puro y casi sublime como un dios. Ahora, dos años después que abandoné el puerto; he vuelto a mi patria y a la vieja máquina con los dedos cercenados y cientos de historias que el pervertido mar de mafias, a lo largo del país, ha mostrado para mi. Llámense “los hijos de fuentes” (el crack) o “los herederos de paz” (cito únicamente estos dos grupos de poder ya que son los que controlan la mayoría de concursos y becas nacionales). Todos ellos muestran cínico rostro y traicionera lengua que rodea a los inexpertos y soñadores jóvenes que buscan trascender por medio de la palabra. Por esta razón, he caído en la preocupación, y no en el desvío en el que caen las personas que no fueron beneficiados con un estimulo gubernamental o privado, de darme cuenta que nuestra literatura se va consumiendo desde la muerte de Octavio Paz, y solamente es iluminada por arcaicas luces que nos evitan regresar a la edad oscura de la literatura en México. Por desgracia para nuestra historia literaria, las becas no están cumpliendo con su cometido y sólo sirven para que jóvenes vanidosos jueguen a ser legitimados por una dependencia que les dará el título de poetas, novelistas, cuentistas, ensayistas y, en algunos casos, de amantes o putas de algún reconocido escritor o funcionario que, aprovechando su jerarquía en beneficio propio y no de las letras mexicanas, les otorgó el tan anhelado recurso. Claro que en un país como el nuestro, en donde los pobres no son seres humanos para los poderosos sino una estadística, esta no es una irregularidad sino más bien una costumbre. Ojalá, alguien me pueda decir en dónde están los cientos de promesas, que año tras año, son premiados con la publicación de su obra, la cual, con el paso del tiempo, se venderá en los montones de a cinco pesos en alguna librería de viejo del centro de la capital, o por lo menos, que me digan en cuál cantina se encuentran los dineros del pueblo que los jóvenes y no tan jóvenes, se bebieron a lo largo del año en que recibieron, mes tras mes, un apoyo para ser los herederos de Carlos Fuentes, Gabriel Zaid, Tomas Segovia, Sergio Pitol, Fernando del Paso, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Dolores Castro, Rubén Bonifaz Nuño? (por mencionar algunos de los escritores vivos). Así, al llegar con el cantinero y presentar mi credencial de la SOGEM, el FONCA, La Fundación Letras Mexicanas, etc, me pueda fiar un par de tequilas o por lo menos me haga un buen descuento.

Como ya sabrán, las Becaciones, como he titulado este breve escrito, seguirán otorgándose año tras año, mientras el pueblo se olvida de leer para poder comer; se premiarán a los amigos en las ferias de libro, mientras nuestro pueblo deja de escribir para mal vivir; se harán homenajes a los políticos que un día se dijeron escritores y mandaron a publicar sus anécdotas, mientras el pueblo se olvida a qué sabe el maíz y, finalmente, nuestros becarios escribirán de revoluciones, de matanzas, de traiciones gubernamentales en algún país de Europa, Estados Unidos de América, África, Asía, mientras de México, las voces del pueblo callarán eternamente.

domingo, 18 de enero de 2009

Cadáver con ciruelas para Isolda Dosamantes

Por Adriana Tafoya

Quisiera caminar en reversa como el hombre del parque,creer que con eso le doy tiempo a mi vida y descamino lo andado.Fragmento del poema Al otro lado, de I.D.

Siempre hay tacto con delicadeza cuando se da la opinión sobre una obra o un libro, en este caso un poemario, y más escrúpulos y cuidado cuando el comentario que se tiene que dar versa sobre un premio, ya sea nacional, internacional (o como le dicen en estos medios) un premio pequeño. Para el caso da lo mismo, un premio es un premio y la sensación que viene al comentario, o la crítica aunque no sea pedida, sigue siendo lo mismo. Este año Isolda Dosamantes obtiene este ya histórico galardón, que remonta su origen allá por 1903, y que nace en el Carnaval de Guaymas, Sonora. Juegos Florales que en el mismo nombre llevan lo poético.
Este libro que al principio se titulaba “Abanico de palabras”, terminó convirtiéndose en un “Paisaje sobre la seda”, porque es una metáfora de la memoria, y del abanico que la deletrea; título mucho más acertado. Isolda, poeta que al poco tiempo de conocerla se tiene una impresión clara, tácita de una personalidad: la poeta Isolda Dosamantes no se caracteriza por tener una personalidad pretenciosa ni deshumanizada, sino al contrario, impresionista, sencilla, al igual que su poesía, y con una cualidad aún más alta que las anteriores: a Dosamantes para nada le cambia la vida un premio de poesía. A Isolda le sienta bien el reconocimiento, no la afecta, no le hace daño. Para ella posiblemente, éste será un premio más de los posibles premios que el futuro le pueda obsequiar. No pierde la cabeza, es una persona consciente que los premios aunque ayudan (al reconocimiento), no hacen al poeta, pues para serlo hace falta más que escribir poesía: construirla a costa de su propia vida. Este libro da excelente pretexto para hablar de los premios, de los poetas, y por sobre todas las cosas, de la poesía. Queda abierta la invitación.
La poesía de Isolda Dosamantes es de una hechura delicada, tanto como puede ser la poesía, que aquí, efectivamente, puede recordar el bucolismo y la precisión oriental, hay en este paisaje un sol de dos caras; un sol de fuego líquido que al entrar entre las cejas pobladas del horizonte, nace en la mente de Isolda y florece como un sueño ámbar, como una hostia de agua, o simplemente como florecen los sueños. Sin embargo el corazón de la poeta, es mexicano, enarbola con belleza, afortunados poemas, certeros y redondos, como lo son Arañas en el brocal, Al otro lado, Mirar atrás y Paisajes sobre la seda. Poemas que seguro causarán deleite en quien los lea, pues parece ser así su intensión: provocar placer al lector al dejarse acariciar por estas sedas.
En las calles de Beijing la gente seguramente volteaba a ver el jardín que florecía a lo largo del boulevard cuando caminaba Ella, la poeta o la académica, la extranjera que paseaba sobre el asfalto y abría las puertas de persiana, en cantinas que construía ahí, en el callejón, que de pronto de noche, una calle, que antes se llamaba Lao Tse, se volvía Motolinía-Allende-Madero-Gante, y luego, más tarde, de madrugada, la cobija de polvo se convertía en petate para el amor rupestre de los que aman bajo la penca de un maguey.
Isolda Dosamantes fluye en el carnaval de la nostalgia, del melancólico etílico que hace la sangre se aligere y bombee ese corazón abstracto, hendido en las jaulas edificadas en pagodas altísimas, edificios de los cuales cualquier Miguel Hernández hubiese realizado el “salto mortal serenamente”, a no ser por el ancla del beso, los labios en otros labios, aunque sean ajenos, la lujuria que incendia el bosque púbico de los amantes, aunque estén lejos, aunque ya no se amen, encerrados en un fósil pensado, en una pose o postura del kamasutra permanecen congelados, repitiéndose una y otra vez, reproduciéndose recuerdo en el orgasmo nítido que florece nuevamente entre los dedos o labios, o cuello, pezones; florece en los cabellos eléctricos, en la llama de la lengua, en la ventana abierta hacia el mar de las mortajas, donde quieren lanzarse para reaparecer en una playa pasada, donde dos cuerpos de arena se deshacen y regresan espuma al oleaje que se adentra al ojo de la burana marítima.
Es un clamor este pájaro que chirría, que canta, o alegre pía por los frutos oníricos del árbol de la memoria, y luego se baña en el río resplandeciente que cruza la ciudad sitiada en los huesos crepitantes de una poeta que busca y encuentra el amor como una pincelada que pone en su espalda, o brazo, en su entrepierna o cerviz. “La sorpresa de un monje tibetano / Es una mano, dibujando (su) cuerpo”.

Pero son sombras estas alas de pájaro que cierran la ventana, como cortinas de plumas tornasoles, arcoíris iridiscente de los pasos nocturnos de dos amantes que descienden al lecho a escombrar el desorden del cuerpo con sus dedos navaja, con su sexo bisturí, con su lengua de insecto larvario, para inocular, para guardar su palabra secreta en el oído- angustia, enfermo de sed, de tacto, de laberinto hasta la entraña retráctil de deseo, punzante en la ingle. Y sobre la barra del bar caen hojas de álamo; un otoño en las rocas, una baranda por la cual transitan bicicletas malabaristas con la suerte de magníficas piruetas.

Pero el ayer cuando vuelve es una “lágrima que se hace piedra en la garganta”, y el canto de los pájaros es el llamado del día después de una borrachera tremenda, y no querer levantarse, aunque Isolda te llame y te de los buenos días y te incite a abrir los ojos. Se abre el abanico del día, y es tenuemente, un arcoíris en la lluvia.

Le deseo mucha felicidad a la poeta que provoca tan agradables sensaciones.