miércoles, 29 de abril de 2009

Sobre Arraigo Domiciliario

de Óscar Escoffié Padilla

En la foto: Mauro Ramírez, Óscar Escoffié Padilla y Adriana Tafoya, durante la presentación de la novela en el Día Internacional del Libro, 23 de abril de 2009, en la explanada del Palacio Municipal de Ecatepec.


Por Adriana Tafoya


(Primera Versión)


Premio Nacional de Novela, dentro de los Premios Nacionales de Literatura de Ciudad Ecatepec, en homenaje a Enrique González Rojo, 2008, editada afortunadamente por una editorial independiente (Verso Destierro), en este mano a mano con Nahum Torres y Arturo Alvar del programa de Apoyo Editorial y Fomento a la Lectura.
Realmente es bueno que el municipio de Ecatepec tenga una visión incluyente al trabajar, no con imprentas, sino con proyectos independientes, aceptando la diversidad de las propuestas. Nos da mucho placer presentar, en todo este marco, Arraigo Domiciliario, del poeta y narrador Óscar Escoffié, y sobre todo el privilegio de publicar esta novela, que a decir de Eusebio Ruvalcaba, es “trágica y humorística de principio a fin, y depositaria incomplaciente del destino de los poetas”, y así, con esta primer obra dar abertura a la Colección Extraordinaria de Verso Destierro dedicada a publicar narrativa mexicana.

Entrando de lleno al tema de la novela, es un libro que valió la pena editar, por su calidad y propuesta, y sobre todo su grado de originalidad, puesto que no se van a encontrar con los dramas, las exageraciones, o las conocidas proyecciones cachondas de los escritores, que su única “propuesta” es un intento por escandalizar con sus proezas sexuales, su “pésimo” lenguaje y sus experiencias con drogas y borracheras, que a estas alturas ya no escandalizan a nadie. La novela más que de poesía, habla de un poeta sin nombre, sin dirección, donde las calles no tienen alias, ni sirven para intentar canonizar algún mal político, que por supuesto se perderá entre los tantos millones de nombres de la historia.


Crea un efecto de despersonalización total, dando la sensación de que podría tratarse de los pensamientos de cualquier escritor, poeta, y de todo ente que se relacione con él. De hecho pareciera estar realizada con los fragmentos anecdóticos de la vida de cualquier rellena-páginas promedio, primordialmente, de la clase medio-baja o más-baja. El personaje principal, el no-poeta (porque no quiere llamarse poeta) procura cumplir ese decálogo tácito, los diez mandamientos del poeta y sus mitos para regir la vida. Algunos de ellos serían: 1. No dirás ser poeta, sin habértelo ganado primero. (Cómo se lo va a ganar y con qué sospechosos medios, quién sabe) El segundo: podría ser: No darás talleres y no lucrarás con la poesía. (Otro de los clásicos mitos sobre que ser poeta significa morirse de hambre). El tres: No exigirás respeto. Permanecerás anónimo (hasta que mueras y alguien te rescate). 4. No presumirás del don de la escritura. 5. No te acercarás a la gente común. Ni abusarás de ella. Y sobre todo: 6. Deberás quejarte del mundo y de su idiotez para lograr formar esa imagen idílica de poeta. Los otros cuatro nos los podemos imaginar, o buscarlos en el cuerpo del texto escoffiano, pues seguramente los lectores encontrarán mucha tela de dónde cortar sobre estos clichés ideológicos.
Por otra parte, esta novela no sólo es queja del mundo inadaptado que rodea al escritor, sino del escritor que se niega a adaptarse, aunque sea en contra de sí mismo y esta decisión lo arrastre al grado de la indigencia, y terminé, precisamente como el nombre de esta novela, en un arraigo domiciliario, en un arraigo psicológico, que casi lo vuelva autista, negándose a necesitar algo de alguien. Por ejemplo, en ningún capítulo hay deseos afectivos, sociales, amorosos, sexuales o de trascendencia, y realmente ni siquiera económicos. Prescinde de la familia, los amigos y no tiene siquiera una mascota. De hecho el autor, Escoffié, le niega un nombre al personaje, manteniendo el transcurrir anecdótico por el anonimato; esto la diferencia de novelas actuales, pues dentro de un ambiente crítico, se despoja de casi todas las necesidades: el ambiente es cotidiano, sin olvidar la superstición y la seudo-magia que lo rodea. Siempre está presente el fanatismo, incluso el ingenio mexicano, y tiende a ser en parte una novela naturalista: muy en boga en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Emilio Zola, padre del naturalismo, pretendía hacer de la novela una observación científica y experimental de la humanidad, hasta el extremo de que sus personajes solo se movían por impulsos fisiológicos. Con el naturalismo la literatura se puebla de borrachos, de vagabundos, prostitutas, chusma, pueblo maloliente, y por supuesto supersticioso. Tabernas, pocilgas, departamentuchos, casas de huéspedes son el escenario de las trifulcas y palizas (que en este caso sufre el poeta por una multitud que lo lincha). No hay deformación grotesca sino copia fotográfica de una triste realidad.

Escoffié hace uso del manual de usos y costumbres de la sociedad contemporánea para aliarse también con la novela costumbrista, cuando presenta conductas humanas de personajes y tipos analizados en su contexto histórico y entorno social, como puede ser, por ejemplo, el sistema escolar, donde los alumnos, por ser clientes de una escuela, tienen el poder de despedir al profesor, en este caso, otra vez, nuestro desarraigado poeta; lo cual deja ver un bajo esquema de valores en el marco social.


Por momentos hace que uno se indigne antes los actos de estos personajes que atacan a los entes alienados, o sea los poetas, pero también surge la indignación, cuando el protagonista se entrega, cuesta abajo, al veloz devenir de su vida. Por sus prejuicios, malas decisiones, su mala idea de lo que es ser buena persona, y sobre todo el puritanismo de lo que conlleva ser un escritor para él. Esto forma una excelente novela crítica, y autocrítica, donde lo que pasa es lo más natural en un país como el nuestro. Sin quererlo la novela se lee en una sentada. Es ágil, y con un humor agridulce bastante agradable que deja una malsana sensación de incertidumbre al final, produce el efecto de la duda para que el lector logre empatizar con el escritor, y preguntarse si una forma particular de pensar y de proceder en la vida, como en un tablero de ajedrez, puede llevarle al verdadero anonimato, que es desentenderse de sí mismo, dejándose llevar por el destino (de una nación), el azar (de una religión), o la sombra (de una sociedad). Esto es lo que nos enseña esta humorística, y sobre todo maliciosa, novela de Óscar Escoffié. Que recomendamos con alevosía y gusto a todos ustedes.