lunes, 12 de diciembre de 2011

Dos visiones sobre Hortensia Carrasco, por Adriana Tafoya y Mónica Suárez


Presentación de: “Poemas del Encierro”

Por Mónica Suárez

Buenas tardes. Antes que nada debo decir que estoy muy contenta de estar aquí y poder participar en esta presentación de la poeta Hortensia Carrasco y sus “Poemas del encierro”. Como siempre la editorial Verso destierro ha hecho un esplendido trabajo con este pequeño libro, de la colección: “Poesía sin permiso”, que no por su presentación es menor.
Desde que leí el poemario, supe que me encontraba ante una poeta lírica con la cual sentí gran afinidad inmediatamente. Si bien es cierto que se puede sentir atracción, e incluso identificación, con la poesía de sonoridades distintas a las naturalmente nuestras, ya sea por el ritmo diferente o los temas, que otros poetas tratan, en este caso, fueron precisamente su ritmo y sus temas los que despertaron en mí profundas resonancias. Pero más allá de mi experiencia personal, en este sentido, se encuentra la experiencia de la poesía y su poder oculto en las palabras y los sonidos que éstas forman. Es importante destacar que los sonidos tienen resonancias ancestrales en el corazón humano, y es así porque las palabras llevan nuestros propios olores: aromas dormidos que despiertan al golpe del aliento que revive imágenes, íntimas fotografías de nuestra manera de percibir al mundo.
Cada vez estoy más convencida de que escribir poesía es un ejercicio espiritual, ante todo, porque al hacerlo el poeta escarba en lo más profundo de su condición humana, de nuestra complejidad como seres, y aquí me refiero a lo complejo, en el sentido original del término: lo que está tejido junto, es decir todos los aspectos que nos componen como seres humanos, seres con multiplicidades interiores y exteriores, que el ejercicio de la poesía deja expuestas.
Por todo esto, cuando se comienza a leer “Poemas del encierro” poco a poco la voz poética de Hortensia Carrasco nos atrapa: una atmósfera angustiante nos seduce, porque hay tanto que reconocer en esta voz que abre y desgarra verdades profundas en pocos versos.
Como la misma condición de la luz: que canta Hortensia en el poema I, cito:
 “pero la luz tiene el mal habito
de mostrarnos realidades”.
                       
Y me parece cierto, pues como digo somos seres complejos: no sólo estamos hechos de materia física o cuerpo: también hay algo que no ha podido definirse; pero que está, y si bien somos animales; al final también somos más que eso. Es en ese más, en todos estos aspectos entretejidos, en donde la poesía de Hortensia cala, refleja nuestros múltiples encierros, no sólo los físicos, en donde creemos resguardarnos.
Es entonces cuando esta realidad revelada y articulada con la fuerza de su palabra es como la aguja, que sin serlo propiamente, logra insertarse para como dice Carrasco, más adelante en el mismo poema I, cito:
“para hilvanar poco a poco
cada torcido dolor de la memoria”.
Y toda nuestra complejidad, de la cual muchas veces no estamos concientes, es lanzada de golpe a los espejos por las letras.
Así con las palabras del otro, de la otra, nos leemos a nosotros mismos, a nosotras mismas y todos los aspectos de nuestra diversidad humana, que por lo regular quedan ocultos a nuestra propia mirada, en la vida ordinaria, se revelan a través de las palabras y sus sonidos formando una cadena o en el mejor de los casos un círculo, una especie de círculo sagrado; pero ¿por qué esta palabra “sagrado” me remite a sangre, a íntimo, a grado; aunque no esté etimológicamente ligada a éstas otras palabras? Pues por la fuerza del sonido, de la que hablaba antes, es gracias al poder de los sonidos que la palabra “sagrado” huele a “sangre”, a “íntimo”, a “grado”.
De este modo, poco a poco los poemas de Carrasco, logran esta atmósfera cerrada: encierro y recinto en donde sólo los elegidos, o los dolidos, pueden entrar y reconocerse, como una especie de hermandad secreta. Hasta que la asfixiante tristeza del reconocimiento nos obliga, por la contundencia de sus versos, a como dice en el poema II, cito:
“busco la puerta para que me preste un ojo
herido Polifemo que vigila mi encierro.”
Sí, a buscar una puerta, una rendija por donde se pueda captar, o liberar lo que tenemos oculto.  Pero mejor, oigamos lo que dice la poeta en su poema III, cito:
“La plenitud de la noche
es la misma negrura de los cajones”.
Y al leer estos versos, me es imposible no pensar en mis propios “cajones ocultos en el cuerpo”, imagen constante en mi propia poesía.
De nuevo los sonidos que desperdigan sus aromas de modo que provocan resonancias latentes en nuestro inconciente. De tal modo que con las preguntas ajenas, con las definiciones o las atmósferas de la voz de la poeta una se escudriña, se percibe y siente en lo más propio y profundo de su ser, en el aspecto más ontológico posible, cerrando de este modo, el círculo que paradójicamente queda abierto como si se hubiese alcanzado un “grado”, un nivel de entendimiento secreto, que sólo la voz poética y uno, en este caso una, comparten en esa intimidad del poema. Porque como afirma Carrasco en su poema IV, cito:
“cada líquido tiene su cause y su causa.”
La poesía de Hortensia está llena de sonoridades, de imágenes, de fragmentos cotidianos y crueles, de paredes internas y de ladrillos, con multiplicidades esquizoides y esencia interior, poesía de olores deslumbrantes y opacos, de herrumbrosas rejas corporales, y agua sólida, de gusanos y latas en donde duermen los abismos de la soledad y la impotencia. Cuchillos que cortan y lastiman la inocencia del animal, el niño o el anciano, ocultos siempre en las “capas oscuras que todo lo disfrazan”, como dice la poeta.
Lentamente, a medida que se avanza en la lectura de los XXI poemas y de los dos últimos: Conjugar el encierro Ustedes; y por último, Conjugar el encierro Ellas, una se va sumergiendo en una tristeza sorda que por instantes estalla con la revelación del encierro que se rompe, y esa es la maravilla, el encierro se rompe.
Alguna vez Paul Sartre escribió: “Poeta es aquel al que no le sirven las palabras”, y yo agregaría, “y sin embargo, cuando se es poeta, con ellas se logra cerrar o abrir cárceles”.
Para terminar, me tomaré la libertad de leer un poema completo del libro, no sin antes invitarlos a entrar en el Encierro para liberar nuestros escombros:
Poema X
“Es ese sonido
el que me ha dejado con miedo
es como si alguien arrancara
los paladares de un árbol
y la sed viniera a burlarse
de los pozos y de todas las bocas.
Y en el crepúsculo
no veo más que un sol arrepentido
sol empujado por calladas nubes.
Es la astillante luz del silencio
es la tosca voz del silencio.

                                              Hortensia Carrasco
Muchas gracias.





Poemas en contra del encierro, Hortensia Carrasco

Visión sobre la mujer creadora y sus roles
Por Adriana Tafoya

Hortensia Carrasco, poeta campeona, ganadora del cuarto Torneo de Poesía Adversario en el cuadriláterO 2010, nos entrega estos poemas del encierro, poemas de la crisis, o mejor dicho, del conflicto en que se encuentran paralizadas muchas mujeres en la actualidad.
Pero antes de entrar de lleno en la reflexión del poemario, es importante explicar que para ser merecedora de esta publicación, la poeta Hortensia Carrasco, tuvo que competir con aproximadamente doscientos poetas que acudieron a la convocatoria del Torneo de Poesía, y enfrentarse con el criterio de catorce jurados, dentro de este torneo que ahora cumple cinco años.
También es importante mencionar que Carrasco se sitúa dentro de la saga de tres campeonas en el torneo, consecutivamente del 2008 al 2010, siendo junto con Ileana Garma y Leticia Luna, una de las poetas que han logrado poner a la poesía escrita por mujeres en el centro del escrutinio de los lectores. Y es seguro que en este libro, los que se acerquen con el interés de saber sobre esta poesía que ha logrado imponerse ante el público y la diversidad de criterios que se implican al subir a un ring a enfrentarse en versus con otros poetas, encontrarán a una poeta sólida, con una estética impactante, y dura, conmovedora por momentos, y de una calidad poética importante.
Cabe acotar, que pese a la duda o negación de muchos, de la existencia de una poesía femenina (basándose en la pregunta de si hay a la vez una poesía masculina, oriental u occidental, etc.) argumentan que la poesía es sólo una, en una especie de gesto unificador de la humanidad; sin embargo, en contrapeso difiero, y puedo apuntar que esta idea es aún, actualmente, una utopía; ya que en nuestro presente son muchas las diferencias, tanto en temática como en contenido, y efectivamente en la mayoría de los casos, son propias de una poesía de género.
En alguna ocasión, en una charla de sobremesa, alguien afirmaba que el feminismo era una idea trasnochada, y que en la actualidad la mujer gozaba de los mismos derechos y vicios masculinos. Recuerdo que vino a mi mente también una nota del periódico Milenio, donde anunciaban la buena nueva de que las mujeres de Arabia Saudita tendrían derecho a votar, por fin, en 2015. Este dato no lo comenté en aquella ocasión, pero sí objeté que el machismo aún no pasaba de moda, y mientras exista seguirá vigente una idea de feminismo. Feminismo entiéndase aquí como una necesidad de tener una existencia y por lo tanto, también, un protagonismo en los actos de la historia de la humanidad. Digamos que sigue siendo necesario un contrapeso, para mantener el equilibrio.
Retomando el tema de la poesía, que es lo que nos reúne esta ocasión, es pertinente aclarar que la poesía, pese a lo que muchos crean, está supeditada a la manera de pensar de su época, a su actual política, a su ética, su religión, inclusive su moral. De hecho, su contexto geográfico, etc. Por eso sería absurdo desprenderla de todo contexto, pues entonces la poesía no sería tal, pues no tendría nada que ver con lo humano. Esto lo comento a colación de la poesía femenina, la poesía de género, y para afirmar o reafirmar, que efectivamente es real, y que estos versos de los poemas del encierro, fueron escritos, sin duda, por una mujer, y no por un hombre poeta, ni mucho menos por un gay, pues son temas que no son tocados por ellos. Cito algunos ejemplos:
Queremos huir por algún resquicio / pero ni un ojal de camisa nos permite el paso.
Sentimos un inusual odio a nuestros ojos / porque se revelan y nos hace mirar / cómo nuestra carne se vuelve ruinas / y cómo repartimos moléculas de agua / que trasminan trapos y fotografías.
Recuerdo a la señora / postrada en la cocina / con su sonrisa de cuchillo / cercenando las cebollas y el jengibre / que almacenaba llanto en un trasto / colmado de ojos y de voces.
En mi boca se acumula el silencio de una puerta / por mis manos trepan / los cabellos de dos niñas / arranco mis pies / de una manía tediosa / y hay telas y papeles acostumbrándose a que no los reconozca / o yo soy la desconocida a la que no identifican…
El cordón ya no era / el lazo que une / se volvió la soga que ata / el pedazo de cáñamo / que muerdes / cuando tiendes la ropa.
Estos son algunos versos de poemas del encierro, de Hortensia Carrasco. ¿Qué tienen de femenino? ¿Qué diferencia hay en ellos respecto a la poesía masculina o gay? La diferencia crucial tal vez, reside en los roles sociales, refiriéndome a estos en la cuestión en que el rol que más se juega y predomina aún en el sexo femenino es el de ama de casa, el de sirvienta, el de lavandera, etc., pues en lo común del ahora, no se habla de amos de casa, del chacho, o del hombre que lava ajeno, y no porque estas actividades correspondan exclusivamente al rol femenino, sino porque siguen prevaleciendo en la tradición, como un prejuicio de lo que “debe ser” femenino. Son muy escasos, por no decir inexistentes, poemas gay o masculinos que hablen de lavar trastes, de lavar la ropa mientras esperan con los niños en casa, o de la angustia que sienten mientras reparan un calcetín. Cabría preguntarse, aún así, ¿qué diferencias habría en las emociones que experimentan un hombre, un gay o una mujer, al lavar la ropa de sus hijas o hijos, al lavar los trastes, o al coser un botón?
Cierto es, que ser mujer no es sólo un rol, pero también es cierto, que hace falta de parte de las mujeres poetas, mayor conocimiento de sí, y por supuesto más exploración sobre sus capacidades humanas para entonces sí poder estar en igualdad de poderes en una sociedad cultural que dice que la poesía es una sola, sin importar el género, aunque sea notoria la escases de nombres femeninos en las antologías, en los recitales y en la historia de la poesía nacional.

En el caso de Hortensia Carrasco, la poesía es un impulso por salir de la estrechez de este rol social que se les ha impuesto como una especie de condena a las mujeres, como lo menciona en el poema XV: “salgo de la casa. / Imagino asnos que ríen / dejo caer mi ropa / ¿qué tiene mi ropa si es sólo un conjunto de telas ajadas y simples? / pero los asnos pasan y ríen / elevan las orejas / como si quisieran escuchar / el crujir de mis entrañas / o mi ropa. /
Y más adelante, en el mismo poema expresa mediante algunos símbolos de poder, la necesidad de trascender su estado, cito:
(…) Vuelvo a la casa. / (…) Quisiera admitir que deseo / ser aquel gallo / o algún asno imaginario / para reírme también / o ser esa mujer de húmedas / facciones que el cielo libera / aunque después un estanque / despiadado me arranque los cabellos”.
Hortensia es una mujer poeta que habla desde la lucha contra la tiranía de un mundo rígido, que limita la visión de la realidad, a tal grado, que a veces podría parecer que ella vive y habla desde el exilio, desde la distancia. Desde el abandono de su yo, al cual trata de rescatar. Eso es lo que busca una poeta cuando escribe poemas para romper, abrir, para expandir los barrotes del encierro que significan las emociones, el enojo, la repulsión a ciertas cosas, y la frustrante incapacidad, de no poder cambiar no sólo el mundo en general, sino ni siquiera el breve, el pequeño entorno que nos rodea, parecido a un cerco ocular, a un sol indiferente  por la mañana. Y cito, en el poema Ustedes: “Sienten el sol como una broma imbécil”.

Carrasco es una poeta que asume su condición de mujer, para reconocer también que su entorno no es el de una mujer, sino el de una especie de “género” que en algún momento fue capturado en la trampa de una civilización diseñada por alguien que no pensó en ese gran detalle que era el Ser. Como creadora, es impulsada por una conciencia en busca de reformar su composición mental, de un modo que cuadre más armónicamente con su naturaleza, con su cuerpo, con la belleza con la que funciona cada una de sus partes, así como su ritmo. No en balde, la creación es una cualidad que late dentro de lado femenino de los seres. Y eso nos lleva a la reflexión sobre la raíz creativa-psicológica que plantea Gustav Jung, tiempo después del pequeño paso que dio con sus ideas psicoanalíticas Freud, donde trata de explicar  y dar luces sobre la psicología profunda femenina. Jung plantea que la fuente de la creatividad masculina es su ánima femenina, refiriéndose con esto, a que la raíz, la necesidad del parto y de la creación, proviene del Sino femenino.
Siendo así, ¿por qué habría de ser la mujer poeta una especie de fetiche o musa más que una compositora movida por la creación? Si después de todo, la mujer es por naturaleza, creadora. En estos poemas del encierro, Hortensia Carrasco nos  deja ver con toda claridad esta cárcel que puede desecharse como una cáscara si se quiere. Como una piel, o como un traje decimonónico. Y convirtiéndose en voz de las lectoras nos muestra que la mayoría de nosotras no estamos a gusto con esta obsoleta forma de existir, y que está a favor de un cambio, muy contrariamente a lo que propone gran parte de la poesía que se encuentra compilada en una antología de 1985 (con autores de la talla de Saúl Ibargoyen, David Huerta, Otto Raúl González, Homero Aridjis, Juan Bañuelos y Marco Antonio Campos), que ostentosamente fue llamada “República de poetas”, en donde aparecen trece mujeres oficiantes, y donde una de las poetas antagoniza completamente con la visión de Hortensia Carrasco y no sólo por un asunto generacional. Esta poeta es Elena Jordana, premio nacional de poesía Aguascalientes, 1987, que asume la condición del rol “femenino servil” arriba expresado, y lo hace enumerando todas las ocupaciones de las que debe preocuparse y resolver a lo largo de un día para aceptar con “amor” a ese vieja forma de vivir como una parte inherente de su existencia, a su condición de “mujer”, y el ejemplo puede notarse en versos como estos: “amo la cuenta exagerada del teléfono / la cocina llena de platos sucios / las huellas de manos de niños en paredes y almohadones / las toallas húmedas después del baño / las camas desvencijadas / las cacerolas abolladas / los bordes de la mesa / quemados por cigarrillos / (…) Amo los hornos de pan / el filo gastado de los cuchillos / las cabezas despeinadas / las bocas despintadas / las camisas a las que les falta un botón / amo ciertos silencios / ciertos sonrojos / ciertas ausencias / (…) Amo las visitas inesperadas / las grandes hoyas de frijoles / los colchones en el suelo / amo el olor a pis de niño”.
Hortensia Carrasco afortunadamente está en otra parte de la historia, y eso es algo que se agradece honestamente, no sólo desde la visión de una poeta mujer, sino desde la visión de cualquier ser humano que se digne de tener inteligencia y capacidad para cambiar su óptica de lo que sucede delante de sus ojos. No cabe duda que tenemos a una poeta que nos deja con ganas de seguir su obra, para cuestionarla, para leerla, para ver hasta dónde puede una mujer desechar la envestidura que le ha impuesto la modernidad tardía de nuestros tiempos.
Y cierro con un par de versos de la autora: “Me encierro como un pájaro / que guarda sus plumas / para el día en que la jaula / rompa sus huesos”.
Felicidades, Hortensia.


lunes, 6 de junio de 2011

Sobre Beatriz Cecilia, por Estephani Granda Lamadrid


https://mail.google.com/mail/?ui=2&ik=7dbc6c20de&view=att&th=13065217222c5b2f&attid=0.2&disp=inline&zw 
Beatriz Cecilia en el Foro Cultural Lipotimia, en Orizaba, Veracruz.

"De mis humedades vengo", de Beatriz Cecilia, que el dia de hoy tenemos el gusto de presentar, es un libro principalmente enmarcado por un ambiente bohemio, de tristeza y soledad. Es un libro de fácil acceso para todo aquel que no acostumbra la lectura, lo que dota a este libro de 80 páginas de una fluida sencillez al momento de comenzar a leerlo, sin duda alguna es una buena opción para quienes gustan el tema amoroso y erótico, pues concentra en su interior un sinnumero de pensamientos entorno a encuentros donde la la piel añora el contacto físico, o en donde el amante nunca está presente:
-cito un fragmento-
"y hacerte girar, hasta que no haya más remedio / que abrir mi cuerpo en dos, / para tenerte dentro y acceptarte / como el único amor de verdad/ para compartir mi cama, / el aire, el espacio y el pensamiento."

Con un eje temático en torno a la "común" -pero siempre cuestionable- situación de la mujer con respecto a su género, De mis humedades vengo, nos presenta varias situaciones que se refuerzan en líneas como los siguientes:

"Una vez -un dia- dijeron que el llanto es cosa de mujeres. Y creí"

"Es éste, mi tiempo contigo / Es ser un juguete / del amor (...)"

"Me doy a ti/ me detengo. / Yo soy lo únco que tendrás / Quisiera regalarte mi renuncia/ pero no puedo entregarte/ lo que no poseo."

Beatriz Cecilia nos afirma a lo largo del libro que "Insospechado es el deseo/ que poco tiene que ver con el amor", y tan segura está de lo lejano que se encuentra lo uno del otro que durante todas las páginas podemos encontrar esta insatisfacción al encontrarse sola, y la soledad que se hace enorme al terminar el acto supuestamente de amor, por lo que nos confiesa en otro texto más adelante   "y a pesar de amar tanto / quererte amar una vez más / Sería bueno, digo yo, después de amarte/ no quedar en orfandad" Sin embargo, la voz femenina no puede soltar el ancla hasta este amor que la está dañando, y prefiere llamarlo "esperanza", la cual se le antoja de piedra para volver a tropezar.

https://mail.google.com/mail/?ui=2&ik=7dbc6c20de&view=att&th=13065217222c5b2f&attid=0.4&disp=inline&zw

El vacío que queda en la amante luego del supuesto "amor" , da pie a respiros temáticos en el libro, en los que los temas "sociales" y urbanos se hacen presentes, y aciertan con emotivas frases como estas:

"Deberíamos convertir/ el pensamiento en lanza. Y clavarla/ en el corazón mismo del que, a pesar de todo/ nos sigue hablando de amor, de fe / de esperanza"

"La mentira es noticia,/ y la duda nadie la consigna/ El hambre en las calles se mide en cifras / y no hay tinta suficiente para escribir / sobre las verdades"

"A veces, de madrugada, despierto/ anegada en llanto, porque sé vamos a morir/ sin ojos, con huesos rotos y un grito/ doloroso, ahogado en la garganta."

Todo libro es un viaje, y De mis humedades vengo, no es la excepción. Desde el inicio nos sitúa en un café, con la seguridad de los objetos y situaciones cotidianas que le dan seguridad. Liego, nos va llevando por paisajes donde son los cuartos, las habitaciones quienes detienen en sus puertas los relojes y el tiempo que maneja los ciclos vitales, es el polvo que no puede ser vertido en los seres que dañan al personaje femenino que habita y que tiene la necesidad de abrir la puerta y correr, abrir los ojos y abanonar lo cotidiano, y aunque en alguna parte asegura "qué inútiles pasos, qué absurdo viaje, qué hueca historia", logra, finalmente liberarse  en el último texto títulado Ya no cautiva en mi cuerpo, en el cual se siente purificada y sanada por el mar, ese símbolo femenino y fecundo que la protege dentro de un sueño. Beatriz Cecilia se cuestiona:  "Después de todo, mucho después ¿qué sabemos de la muerte? ¿qué entendemos del mar? ¿cómo nos bebemos la vida y malgastamos la sangre? ¿con qué calculamos el tiempo?" Este poema termina este viaje donde la voz femenina se desnuda verdaderamente y se desprende de esas piedras y cuerpo que le dañaban durante las primeras páginas, y en las que por fin encuentra esa entrega verdadera que buscó antes. Es en este texto, donde Beatriz Cecilia es poeta, y termina diciendo: "Me dejaré llevar otra vez/ en vaivén , otra vez dormida, pero esta vez amada."

Muchas felicidades Beatriz Cecilia por tu primer libro.





martes, 31 de mayo de 2011

La carne azul del infinito


Por José Miguel Lecumberri


“¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.”
Paul Valery, Cementerio Marino



Para iniciar la narración de tan desigual contienda de imágenes, silencios, resplandores y fantasmas, me preguntaré lo que Borges en un poema: “¿Quién es el mar, quién soy?...” Esaú, corona la interrogante planteada por Borges con una triada de pulcros versos a manera de respuesta, con los que da fin a su mítica cruzada: “…ya no el mar o los mares,/ya no el abismo,/mi hundida mirada.” Comienzo así por el final, por el estrato más profundo, por la mirada más ausente.

Esa interminable bestia, ese lugar de nadie, esa música que ruge con la monotonía y la cadencia de un sombrío mantra, donde ya no el mar, ya no el abismo,/una hundida mirada., el movimiento por el cual, dolorosamente, nos formamos como aquellas heridas que el mar lleva en las manos de tanto querer aferrarse a la playa, según escribiera José Carlos Becerra, y que constituyen el deseo atávico por lo inaccesible, el devenir otredad, tal y como Esaú lo sugiere: “tengo la sensación de una danza/volcada hacia un milenio muy lejano…”, formas de lo abierto, esa herida supura poemas, la “oscura flor del verso” de Panero, que el poeta ofrenda a su insondable adversario, insinuando: la flor ha germinado en el molusco,/y nada más hay. ¿Qué tiene el mar que cada vez que lo vemos es otro y el mismo a la vez? El poeta responde:

En la desembocadura,
los nombres se entrelazan
dulcemente,
se confunden
debajo de las formas del agua
en movimiento.

Y ¿Qué los confunde, no las formas ni el movimiento de las aguas?, ¿Se refiere acaso, Esaú, a algún resplandor primigenio, origen de la fuerza motora del azul infinito, fuente renovadora de las aguas? "Todo lo que es luz o acoge la luz puede caer en las tinieblas” dilucidó María Zambrano. El mar centellea, refulge en su superficie pero en el fondo se hunde, hecha raíces en las más misteriosas tinieblas, el mar es todo lo que no vemos del mar.


Jung utilizó la violenta imagen de esas lóbregas profundidades para comprender aquellas que nos habitan y, cierto, que le otorgan a nuestra psique contenido y, consonancia cósmica a nuestros pensamientos, relación con lo que es, en el fondo lo mismo que uno-mismo, el otro no-ideal, paso tendido hacia el interior, pues: Rumbo al fondo, sin rumbo,/la embarcación/asume su camino.” La embarcación entendida por el poeta, como ese monstruo, Leviatán contrahecho que construimos a partir de lo real, para horadar la inmaculada superficie de lo imaginario, el velo que oscurece la rosa eterna, misión circular y, por tanto, perpetua de conocimiento y desconocimiento, de encuentro y separación, para lo cual se necesita tanto la imagen como el extravío de la imagen.

Parafraseando al filósofo francés Gilles Deleuze: el eterno retorno no se opone al caos, sino que más bien se le asemeja. Así el poeta nos confronta con flujos que provienen de las zonas más telúricas del inconsciente colectivo y nos exhibe en cada lectura a manera de gazapos, una individualización poética de los entresijos desgarrados del Absoluto:

Rompe la marea,
en las profundidades óseas,
en los templos marinos
y sus tapias;
Rompe, en el camino intransitable
que hizo suyos
todos los cuerpos rígidos.
Rompe, en la noche ajena:
estatua viva,
isla petrificada
en el blanco escarlata del crepúsculo.

Y más adelante, el poeta ahonda la hendidura, que pareciera una pauta para el vacío que mentalmente representa lo infinito:

El eterno retorno es también
el arribo imposible:
La piel del extraviado
tendría
un sabor salino.
Ya no podría borrar de su mirada
el infinito azul.

Aquí denota la febril persistencia de lo inasible en la materia, a la manera en que el místico sufi Jalaludín Rumi lo expresara: “la sed de los peces”, pues somos seres rodeados de infinito, sin embargo, el infinito nos es inaccesible y, más aún, somos aplastados sin piedad por ese infinito tan íntimo y lejano a la vez. El mar grita nuestro origen y nuestra ruina en un mismo movimiento del alma.

Por ello nos parece un vacío hacinado por los más prístinos fantasmas, donde todo sucumbe, se corrompe, incluso la belleza, o la más ingenua armonía son tocadas por la muerte, la violencia, la tempestad y el desierto, ciertamente, el mar es el desierto más cruel.




Uno de los silogismos de la amargura de Cioran dice lo siguiente: “Cuando rozo el Misterio sin poder reírme de él, me pregunto para qué sirve esa vacuna contra lo absoluto que es la lucidez”, en Versus el Mar, el poeta se arroga la titánica tarea que en la época clásica el desquiciado y no menos poético Calígula lleva a cabo, en medio de un dilucida intervala, al percatarse que el verdadero enemigo del poder del hombre es el poder de lo absoluto, materialmente manifiesto en la fuerza oceánica, Titán primigenio, útero y destructor. Calígula ordena a sus tropas emprender la lucha contra el mar y sus espíritus, destrozar las olas, fragmentar su ritmo, aniquilar su ensordecedora melodía, sus dictados infernales, pues el hombre no debe soportar tanto mundo, tanto ser, tanto movimiento, que por exceso se nos vuelve inaccesible y nos hereda la nada de la que provenimos:

La sed
del navegante
que mira alrededor
y sólo encuentra Azul, azul
de viaje azul de carne
negra azul desfigurado azul
de primavera azul de sal azul
de viento azul de agua salina azul
azul de arena.

Todo una homogeneidad azul que es ajena a la palabra, pues la lengua es fragmentaria, rompecabezas de lo imposible: Lo escrito es una red/que nada abarca/y una luz en el fondo/(que nada a barca)…” El poeta lo reconoce, su lucha, como la del augusto emperador, es en vano, es entonces que la poesía se torna pila del sacrificio donde se ofrenda: “Un suplicio de fuentes…” El poeta ofrenda su propia vida en versos, como una oscura parvada que súbitamente se desangrará en el cielo.

Finalmente el poemario termina por su inicio diciendo:
Y yo veo a las mariposas blancas
danzar felices
y esa es mi mentira



Más adelante, el poeta rubrica, afirmando con tenebrosa certidumbre: “no es requerida mi existencia/la conciencia mentida…” Así, Esaú abre su canto a lo imposible a partir del camino recorrido, de la experiencia obtenida, pues sabe que todo origen es a la vez destino y vaga, transita como un San Juan la noche oscura del alma, pero a su alrededor no hay oscuridad sino azul, azul infinito.

jueves, 26 de mayo de 2011

Una sacerdotisa que batea zurdo

Por Angélica Santa Olaya


 Rocío García Rey, Ariadne Vásquez y Angélica Santa Olaya, durante la presentación.

Lo primero que quiero decir es que comenzar a leer el libro “La otra mujer zurda”, de Rocío García Rey, fue riquísimo…  encontrarme con las primeras líneas fue como ser recibida con un ramo de flores y un tequila al llegar de visita a una casa:

“En el recuerdo de tu nombre me recuesto
y hay una canción con la que inventé mi viaje para llegar
a la llovizna.”


La música y el arte de la poesía desde la primera página.  Una hermosa bienvenida.  Lo siguiente  es que en esa casa había muchas personas esperándome para contarme sus historias.  Una serie de personajes, todos ellos interesantes, abordados desde el punto de vista de un solo personaje, la dueña de la casa, la otra mujer zurda.  Una mujer que -con esa mano izquierda con que busca y rebusca las letras para construir nombres, palabras, historias, memorias- nos muestra el espejo de su casa para obligarnos a mirarnos en él y verla y vernos.  Y digo “nos obliga” porque una vez que uno lee las tres primeras líneas ya no puede soltar el libro.   Me encontré en este libro una Penélope que amamanta al sol y una sacerdotisa que guarda el nombre de las avenidas y el amado para recostarse en ellos… Encontré a Polifemo, a Hansel, a Gretel, a Ella Fitzgerald, a Rosa Luxemburgo, a José Martí, a Clementina Otero, a Galatea, al vampiro, a la Mujer Zurda, a Circe, a Efebo, a La Ciudad Tren… que también es un personaje omnipresente.  Todos ellos comparten el espacio habitable de la autora que se apropia de las historias de estos personajes y las entreteje con su propio relato, con su propio verso.  Porque además este libro nos ofrece poesía y relato… lo cual es sabroso porque es como cambiar de cuarto en la misma casa y porque nos muestra que Rocío es hábil con la pluma no sólo en el relato sino también en la construcción de imágenes y en el cuidado de la música que deben acompañar a la poesía.  Sin embargo encuentro un personaje principalísimo en este libro y son las palabras…  La autora tiene una necesidad imperiosa de nombrar… nombrar para conjurar fantasmas y sombras nombrando lo nombrable, valga la redundancia… La autora tiene una preocupación constante por recuperar las palabras para ser… Y para buscar palabras y nombres Rocío se mete en los zapatos y en los espejos de todos sus personajes.  Siendo Gretel nos dice:

“Perdóname Hansel pero no puedo renunciar
a mi cuerpo iluminado por tu nombre…
Gretel sigue esparciendo sus trozos
de deseo sobre el asfalto.”




El nombre ilumina el cuerpo porque le otorga vida.  Nombramos una vez que hemos percibido algo.  En el proceso de construcción del lenguaje, el hombre percibió los objetos a su alrededor y, para apropiárselos, los nombró.  Es por eso que el nombre es tan importante.  Nombrar es la forma de aprehender el mundo.  Por eso Rocío, en su búsqueda señala:

“Hay una sacerdotisa que guardó el nombre
de las avenidas
y a veces aparece en lúgubres pasillos
para nombrar el otoño.”

“Las palabras cayeron
como el azul cayó
de un cielo siempre desconocido.”


No conocer los nombres del mundo es sentirse ajeno a él. Es sentirse ausente de él:


“hay una ausencia de mi nombre
que llena de miedo a la tarde.”


Se lamenta la voz poética y en su búsqueda acude a espejos y fotografías para mirar, mirarse, y aprehender lo aprehendible. Y en torno de las palabras que sirven para nombrar Rocío, la mujer, la sacerdotisa de la mano zurda, de la idea zurda, de la intención zurda, de la complexión zurda… nos lleva por el camino de sus propias palabras construidas a veces unas sobre otras como matrioskas… La intertextualidad que hay en este libro no se conforma con ir a las historias de otros y otras afuera… sino que, en una especie de introspección autonarrativa Rocío, en el cuento “Bloque obrero”, hermoso por cierto, crítico y bien construido, nos cuenta la historia, la memoria táctil, sonora y melodiosa del poema “Padre”.  Vemos a la autora en un simposio de Historia escuchando a los ponentes hablar de teoría, enunciados y frases muchas veces dichas, mientras recuerda un doloroso fragmento de su propia historia en el que conceptos y teorías son eclipsados por la experiencia concreta y triste de un padre, también zurdo de ideas, despedido por alborotador.
La familia también se hace presente en la búsqueda agregándose a los personajes mitológicos, literarios o históricos. El padre, la madre, las hermanas, la abuela a quien Rocío pide:

“Abuela ayúdame a nombrar a cada muerto
abuela ¿es verdad que en tus recuerdos habita
el tiempo del mar?


En fin… un libro hermoso en el que la autora se atreve a jugar y a llorar con las palabras como cómplices aún cuando a veces las  “Palabras (están) rotas como memoria intransigente”.  La autora sabe que la memoria está hecha de palabras y que la vida es, finalmente, un “ viaje de palabras”. Por eso hilvana palabras a través de “los vericuetos de las avenidas” de la Ciudad Tren para dar paso a la llegada de Lloruba, la sacerdotisa que Lloruba, lloraba porque…

“…a punto de ser lágrimas las palabras se derraman
en las alcantarillas como ecos de la muerte.”


Y, finalmente, como sacerdotisa que es, Lloruba vaticina:


“En un mar de sueños a veces insurrectos
Tristes ciudad- es como huella.
Al final el cruce de caminos
al final el doloroso exilio.
Nadie nombre la esperanza.”


En fin… un hermoso libro que nos hechiza con palabras mostrando que la palabra es la llave de toda memoria y de toda historia.  El verso y tu palabra son una de las tantas llaves Rocío. Un placer leerte. Felicidades.


                                                                       Angélica Santa Olaya D. R.  ©
                                                                       México, D. F. marzo 2011.