lunes, 12 de diciembre de 2011

Dos visiones sobre Hortensia Carrasco, por Adriana Tafoya y Mónica Suárez


Presentación de: “Poemas del Encierro”

Por Mónica Suárez

Buenas tardes. Antes que nada debo decir que estoy muy contenta de estar aquí y poder participar en esta presentación de la poeta Hortensia Carrasco y sus “Poemas del encierro”. Como siempre la editorial Verso destierro ha hecho un esplendido trabajo con este pequeño libro, de la colección: “Poesía sin permiso”, que no por su presentación es menor.
Desde que leí el poemario, supe que me encontraba ante una poeta lírica con la cual sentí gran afinidad inmediatamente. Si bien es cierto que se puede sentir atracción, e incluso identificación, con la poesía de sonoridades distintas a las naturalmente nuestras, ya sea por el ritmo diferente o los temas, que otros poetas tratan, en este caso, fueron precisamente su ritmo y sus temas los que despertaron en mí profundas resonancias. Pero más allá de mi experiencia personal, en este sentido, se encuentra la experiencia de la poesía y su poder oculto en las palabras y los sonidos que éstas forman. Es importante destacar que los sonidos tienen resonancias ancestrales en el corazón humano, y es así porque las palabras llevan nuestros propios olores: aromas dormidos que despiertan al golpe del aliento que revive imágenes, íntimas fotografías de nuestra manera de percibir al mundo.
Cada vez estoy más convencida de que escribir poesía es un ejercicio espiritual, ante todo, porque al hacerlo el poeta escarba en lo más profundo de su condición humana, de nuestra complejidad como seres, y aquí me refiero a lo complejo, en el sentido original del término: lo que está tejido junto, es decir todos los aspectos que nos componen como seres humanos, seres con multiplicidades interiores y exteriores, que el ejercicio de la poesía deja expuestas.
Por todo esto, cuando se comienza a leer “Poemas del encierro” poco a poco la voz poética de Hortensia Carrasco nos atrapa: una atmósfera angustiante nos seduce, porque hay tanto que reconocer en esta voz que abre y desgarra verdades profundas en pocos versos.
Como la misma condición de la luz: que canta Hortensia en el poema I, cito:
 “pero la luz tiene el mal habito
de mostrarnos realidades”.
                       
Y me parece cierto, pues como digo somos seres complejos: no sólo estamos hechos de materia física o cuerpo: también hay algo que no ha podido definirse; pero que está, y si bien somos animales; al final también somos más que eso. Es en ese más, en todos estos aspectos entretejidos, en donde la poesía de Hortensia cala, refleja nuestros múltiples encierros, no sólo los físicos, en donde creemos resguardarnos.
Es entonces cuando esta realidad revelada y articulada con la fuerza de su palabra es como la aguja, que sin serlo propiamente, logra insertarse para como dice Carrasco, más adelante en el mismo poema I, cito:
“para hilvanar poco a poco
cada torcido dolor de la memoria”.
Y toda nuestra complejidad, de la cual muchas veces no estamos concientes, es lanzada de golpe a los espejos por las letras.
Así con las palabras del otro, de la otra, nos leemos a nosotros mismos, a nosotras mismas y todos los aspectos de nuestra diversidad humana, que por lo regular quedan ocultos a nuestra propia mirada, en la vida ordinaria, se revelan a través de las palabras y sus sonidos formando una cadena o en el mejor de los casos un círculo, una especie de círculo sagrado; pero ¿por qué esta palabra “sagrado” me remite a sangre, a íntimo, a grado; aunque no esté etimológicamente ligada a éstas otras palabras? Pues por la fuerza del sonido, de la que hablaba antes, es gracias al poder de los sonidos que la palabra “sagrado” huele a “sangre”, a “íntimo”, a “grado”.
De este modo, poco a poco los poemas de Carrasco, logran esta atmósfera cerrada: encierro y recinto en donde sólo los elegidos, o los dolidos, pueden entrar y reconocerse, como una especie de hermandad secreta. Hasta que la asfixiante tristeza del reconocimiento nos obliga, por la contundencia de sus versos, a como dice en el poema II, cito:
“busco la puerta para que me preste un ojo
herido Polifemo que vigila mi encierro.”
Sí, a buscar una puerta, una rendija por donde se pueda captar, o liberar lo que tenemos oculto.  Pero mejor, oigamos lo que dice la poeta en su poema III, cito:
“La plenitud de la noche
es la misma negrura de los cajones”.
Y al leer estos versos, me es imposible no pensar en mis propios “cajones ocultos en el cuerpo”, imagen constante en mi propia poesía.
De nuevo los sonidos que desperdigan sus aromas de modo que provocan resonancias latentes en nuestro inconciente. De tal modo que con las preguntas ajenas, con las definiciones o las atmósferas de la voz de la poeta una se escudriña, se percibe y siente en lo más propio y profundo de su ser, en el aspecto más ontológico posible, cerrando de este modo, el círculo que paradójicamente queda abierto como si se hubiese alcanzado un “grado”, un nivel de entendimiento secreto, que sólo la voz poética y uno, en este caso una, comparten en esa intimidad del poema. Porque como afirma Carrasco en su poema IV, cito:
“cada líquido tiene su cause y su causa.”
La poesía de Hortensia está llena de sonoridades, de imágenes, de fragmentos cotidianos y crueles, de paredes internas y de ladrillos, con multiplicidades esquizoides y esencia interior, poesía de olores deslumbrantes y opacos, de herrumbrosas rejas corporales, y agua sólida, de gusanos y latas en donde duermen los abismos de la soledad y la impotencia. Cuchillos que cortan y lastiman la inocencia del animal, el niño o el anciano, ocultos siempre en las “capas oscuras que todo lo disfrazan”, como dice la poeta.
Lentamente, a medida que se avanza en la lectura de los XXI poemas y de los dos últimos: Conjugar el encierro Ustedes; y por último, Conjugar el encierro Ellas, una se va sumergiendo en una tristeza sorda que por instantes estalla con la revelación del encierro que se rompe, y esa es la maravilla, el encierro se rompe.
Alguna vez Paul Sartre escribió: “Poeta es aquel al que no le sirven las palabras”, y yo agregaría, “y sin embargo, cuando se es poeta, con ellas se logra cerrar o abrir cárceles”.
Para terminar, me tomaré la libertad de leer un poema completo del libro, no sin antes invitarlos a entrar en el Encierro para liberar nuestros escombros:
Poema X
“Es ese sonido
el que me ha dejado con miedo
es como si alguien arrancara
los paladares de un árbol
y la sed viniera a burlarse
de los pozos y de todas las bocas.
Y en el crepúsculo
no veo más que un sol arrepentido
sol empujado por calladas nubes.
Es la astillante luz del silencio
es la tosca voz del silencio.

                                              Hortensia Carrasco
Muchas gracias.





Poemas en contra del encierro, Hortensia Carrasco

Visión sobre la mujer creadora y sus roles
Por Adriana Tafoya

Hortensia Carrasco, poeta campeona, ganadora del cuarto Torneo de Poesía Adversario en el cuadriláterO 2010, nos entrega estos poemas del encierro, poemas de la crisis, o mejor dicho, del conflicto en que se encuentran paralizadas muchas mujeres en la actualidad.
Pero antes de entrar de lleno en la reflexión del poemario, es importante explicar que para ser merecedora de esta publicación, la poeta Hortensia Carrasco, tuvo que competir con aproximadamente doscientos poetas que acudieron a la convocatoria del Torneo de Poesía, y enfrentarse con el criterio de catorce jurados, dentro de este torneo que ahora cumple cinco años.
También es importante mencionar que Carrasco se sitúa dentro de la saga de tres campeonas en el torneo, consecutivamente del 2008 al 2010, siendo junto con Ileana Garma y Leticia Luna, una de las poetas que han logrado poner a la poesía escrita por mujeres en el centro del escrutinio de los lectores. Y es seguro que en este libro, los que se acerquen con el interés de saber sobre esta poesía que ha logrado imponerse ante el público y la diversidad de criterios que se implican al subir a un ring a enfrentarse en versus con otros poetas, encontrarán a una poeta sólida, con una estética impactante, y dura, conmovedora por momentos, y de una calidad poética importante.
Cabe acotar, que pese a la duda o negación de muchos, de la existencia de una poesía femenina (basándose en la pregunta de si hay a la vez una poesía masculina, oriental u occidental, etc.) argumentan que la poesía es sólo una, en una especie de gesto unificador de la humanidad; sin embargo, en contrapeso difiero, y puedo apuntar que esta idea es aún, actualmente, una utopía; ya que en nuestro presente son muchas las diferencias, tanto en temática como en contenido, y efectivamente en la mayoría de los casos, son propias de una poesía de género.
En alguna ocasión, en una charla de sobremesa, alguien afirmaba que el feminismo era una idea trasnochada, y que en la actualidad la mujer gozaba de los mismos derechos y vicios masculinos. Recuerdo que vino a mi mente también una nota del periódico Milenio, donde anunciaban la buena nueva de que las mujeres de Arabia Saudita tendrían derecho a votar, por fin, en 2015. Este dato no lo comenté en aquella ocasión, pero sí objeté que el machismo aún no pasaba de moda, y mientras exista seguirá vigente una idea de feminismo. Feminismo entiéndase aquí como una necesidad de tener una existencia y por lo tanto, también, un protagonismo en los actos de la historia de la humanidad. Digamos que sigue siendo necesario un contrapeso, para mantener el equilibrio.
Retomando el tema de la poesía, que es lo que nos reúne esta ocasión, es pertinente aclarar que la poesía, pese a lo que muchos crean, está supeditada a la manera de pensar de su época, a su actual política, a su ética, su religión, inclusive su moral. De hecho, su contexto geográfico, etc. Por eso sería absurdo desprenderla de todo contexto, pues entonces la poesía no sería tal, pues no tendría nada que ver con lo humano. Esto lo comento a colación de la poesía femenina, la poesía de género, y para afirmar o reafirmar, que efectivamente es real, y que estos versos de los poemas del encierro, fueron escritos, sin duda, por una mujer, y no por un hombre poeta, ni mucho menos por un gay, pues son temas que no son tocados por ellos. Cito algunos ejemplos:
Queremos huir por algún resquicio / pero ni un ojal de camisa nos permite el paso.
Sentimos un inusual odio a nuestros ojos / porque se revelan y nos hace mirar / cómo nuestra carne se vuelve ruinas / y cómo repartimos moléculas de agua / que trasminan trapos y fotografías.
Recuerdo a la señora / postrada en la cocina / con su sonrisa de cuchillo / cercenando las cebollas y el jengibre / que almacenaba llanto en un trasto / colmado de ojos y de voces.
En mi boca se acumula el silencio de una puerta / por mis manos trepan / los cabellos de dos niñas / arranco mis pies / de una manía tediosa / y hay telas y papeles acostumbrándose a que no los reconozca / o yo soy la desconocida a la que no identifican…
El cordón ya no era / el lazo que une / se volvió la soga que ata / el pedazo de cáñamo / que muerdes / cuando tiendes la ropa.
Estos son algunos versos de poemas del encierro, de Hortensia Carrasco. ¿Qué tienen de femenino? ¿Qué diferencia hay en ellos respecto a la poesía masculina o gay? La diferencia crucial tal vez, reside en los roles sociales, refiriéndome a estos en la cuestión en que el rol que más se juega y predomina aún en el sexo femenino es el de ama de casa, el de sirvienta, el de lavandera, etc., pues en lo común del ahora, no se habla de amos de casa, del chacho, o del hombre que lava ajeno, y no porque estas actividades correspondan exclusivamente al rol femenino, sino porque siguen prevaleciendo en la tradición, como un prejuicio de lo que “debe ser” femenino. Son muy escasos, por no decir inexistentes, poemas gay o masculinos que hablen de lavar trastes, de lavar la ropa mientras esperan con los niños en casa, o de la angustia que sienten mientras reparan un calcetín. Cabría preguntarse, aún así, ¿qué diferencias habría en las emociones que experimentan un hombre, un gay o una mujer, al lavar la ropa de sus hijas o hijos, al lavar los trastes, o al coser un botón?
Cierto es, que ser mujer no es sólo un rol, pero también es cierto, que hace falta de parte de las mujeres poetas, mayor conocimiento de sí, y por supuesto más exploración sobre sus capacidades humanas para entonces sí poder estar en igualdad de poderes en una sociedad cultural que dice que la poesía es una sola, sin importar el género, aunque sea notoria la escases de nombres femeninos en las antologías, en los recitales y en la historia de la poesía nacional.

En el caso de Hortensia Carrasco, la poesía es un impulso por salir de la estrechez de este rol social que se les ha impuesto como una especie de condena a las mujeres, como lo menciona en el poema XV: “salgo de la casa. / Imagino asnos que ríen / dejo caer mi ropa / ¿qué tiene mi ropa si es sólo un conjunto de telas ajadas y simples? / pero los asnos pasan y ríen / elevan las orejas / como si quisieran escuchar / el crujir de mis entrañas / o mi ropa. /
Y más adelante, en el mismo poema expresa mediante algunos símbolos de poder, la necesidad de trascender su estado, cito:
(…) Vuelvo a la casa. / (…) Quisiera admitir que deseo / ser aquel gallo / o algún asno imaginario / para reírme también / o ser esa mujer de húmedas / facciones que el cielo libera / aunque después un estanque / despiadado me arranque los cabellos”.
Hortensia es una mujer poeta que habla desde la lucha contra la tiranía de un mundo rígido, que limita la visión de la realidad, a tal grado, que a veces podría parecer que ella vive y habla desde el exilio, desde la distancia. Desde el abandono de su yo, al cual trata de rescatar. Eso es lo que busca una poeta cuando escribe poemas para romper, abrir, para expandir los barrotes del encierro que significan las emociones, el enojo, la repulsión a ciertas cosas, y la frustrante incapacidad, de no poder cambiar no sólo el mundo en general, sino ni siquiera el breve, el pequeño entorno que nos rodea, parecido a un cerco ocular, a un sol indiferente  por la mañana. Y cito, en el poema Ustedes: “Sienten el sol como una broma imbécil”.

Carrasco es una poeta que asume su condición de mujer, para reconocer también que su entorno no es el de una mujer, sino el de una especie de “género” que en algún momento fue capturado en la trampa de una civilización diseñada por alguien que no pensó en ese gran detalle que era el Ser. Como creadora, es impulsada por una conciencia en busca de reformar su composición mental, de un modo que cuadre más armónicamente con su naturaleza, con su cuerpo, con la belleza con la que funciona cada una de sus partes, así como su ritmo. No en balde, la creación es una cualidad que late dentro de lado femenino de los seres. Y eso nos lleva a la reflexión sobre la raíz creativa-psicológica que plantea Gustav Jung, tiempo después del pequeño paso que dio con sus ideas psicoanalíticas Freud, donde trata de explicar  y dar luces sobre la psicología profunda femenina. Jung plantea que la fuente de la creatividad masculina es su ánima femenina, refiriéndose con esto, a que la raíz, la necesidad del parto y de la creación, proviene del Sino femenino.
Siendo así, ¿por qué habría de ser la mujer poeta una especie de fetiche o musa más que una compositora movida por la creación? Si después de todo, la mujer es por naturaleza, creadora. En estos poemas del encierro, Hortensia Carrasco nos  deja ver con toda claridad esta cárcel que puede desecharse como una cáscara si se quiere. Como una piel, o como un traje decimonónico. Y convirtiéndose en voz de las lectoras nos muestra que la mayoría de nosotras no estamos a gusto con esta obsoleta forma de existir, y que está a favor de un cambio, muy contrariamente a lo que propone gran parte de la poesía que se encuentra compilada en una antología de 1985 (con autores de la talla de Saúl Ibargoyen, David Huerta, Otto Raúl González, Homero Aridjis, Juan Bañuelos y Marco Antonio Campos), que ostentosamente fue llamada “República de poetas”, en donde aparecen trece mujeres oficiantes, y donde una de las poetas antagoniza completamente con la visión de Hortensia Carrasco y no sólo por un asunto generacional. Esta poeta es Elena Jordana, premio nacional de poesía Aguascalientes, 1987, que asume la condición del rol “femenino servil” arriba expresado, y lo hace enumerando todas las ocupaciones de las que debe preocuparse y resolver a lo largo de un día para aceptar con “amor” a ese vieja forma de vivir como una parte inherente de su existencia, a su condición de “mujer”, y el ejemplo puede notarse en versos como estos: “amo la cuenta exagerada del teléfono / la cocina llena de platos sucios / las huellas de manos de niños en paredes y almohadones / las toallas húmedas después del baño / las camas desvencijadas / las cacerolas abolladas / los bordes de la mesa / quemados por cigarrillos / (…) Amo los hornos de pan / el filo gastado de los cuchillos / las cabezas despeinadas / las bocas despintadas / las camisas a las que les falta un botón / amo ciertos silencios / ciertos sonrojos / ciertas ausencias / (…) Amo las visitas inesperadas / las grandes hoyas de frijoles / los colchones en el suelo / amo el olor a pis de niño”.
Hortensia Carrasco afortunadamente está en otra parte de la historia, y eso es algo que se agradece honestamente, no sólo desde la visión de una poeta mujer, sino desde la visión de cualquier ser humano que se digne de tener inteligencia y capacidad para cambiar su óptica de lo que sucede delante de sus ojos. No cabe duda que tenemos a una poeta que nos deja con ganas de seguir su obra, para cuestionarla, para leerla, para ver hasta dónde puede una mujer desechar la envestidura que le ha impuesto la modernidad tardía de nuestros tiempos.
Y cierro con un par de versos de la autora: “Me encierro como un pájaro / que guarda sus plumas / para el día en que la jaula / rompa sus huesos”.
Felicidades, Hortensia.